viernes, 8 de junio de 2018

Alta costura

Uno, con el paso del tiempo, suele celebrar los años de manera distinta cada vez que toca. Además, que hacemos de otra forma, con distintas tesituras y a veces lleno de intensidades contradictorias; un tanto más intensa, pero calmada. De manera más festiva, pero moderada. De una forma más vital, eso seguro, pero con el reconocimiento que tiene el ir sumando años y que estos sean de calidad. Ya no es llegar al siguiente, sino hacerlo bien, conforme a tus principios y fortaleciendo tus valores. 

Cada vez que asisto a la celebración del cumpleaños de alguien cercano, no sé por qué, pero siempre me viene a la cabeza un pensamiento; ¿Cómo esa persona está viviendo sus años? El cómo los ha vivido influye directamente, no cabe duda, y la trayectoria de esa persona, de una manera u otra, se refleja en el presente. Porque uno es consecuencia del paso del tiempo; de su tiempo. 

Ayer cumplía años mi madre; 70. En su celebración, también, cómo no, ha venido a mi mente el pensar cómo ha estado viviendo sus años. Algo que percibo día a día, y es que en mi vida, están presente sus huellas como si hubieran quedado ahí cosidas para siempre.

Hace ya bastantes años que un amigo se ofreció a pintar un cuadro para mi casa. Entre ambos, decidimos que sería un cuadro un poco peculiar; estaría formado por 20 cuadros dentro de uno solo. El resultado final sería un lienzo grande y colorido, pero sin una temática concreta. Yo no tenía claro qué cosa poner ahí dentro, así que decidí darle al artista plena libertad para que pintara lo que quisiera. Como él insistía en que el cuadro debía incluir al menos, algo íntimo de mi vida, en aquel momento sentía que mi vida estaba siendo recompuesta por una persona muy especial; mi madre.

Ella siempre ha amado coser, y lo hace de una forma extraordinaria. Todo lo que se propone, lo cose. Cualquier vestido y de cualquier forma desde cero, o bien aquellos que necesitan algunos arreglos; ya sean remiendos, parches, cosidos o añadidos. Pero realmente ella hace mucho más que todo eso con sus manos, con sus agujas y alfileres. Con su máquina y sus bobinas. Ella tiene un hilo mágico que lleva usando toda su vida y con el que ha ido uniendo a toda su familia. Ella ha cosido sobre nosotros, sus hijos y nietos, lo mejor de ella. Sus valores, su humor, sus principios y afectos. Su energía y lucha, su afán por la vida.

Así que en ese cuadro, debía estar pintado algo que reflejara todo aquello. Solamente una imagen que yo pudiera identificar con todos esos sentimientos. Entonces pensé que una máquina de coser estaría bien, de lo demás, el pintor podía darle libremente su toque personal. Así lo hizo, y a su lado, pintó una rosa blanca. Las rosas de este color, son símbolo de pureza e inocencia, pero también están unidas al amor, y significan que éste durará por toda la vida. Y eso es justo lo que ella hace, y que como todas las madres, cosen su amor a sus hijos para siempre.

En eso pensaba ayer mientras Inda cumplía sus 70 años. Y en eso pienso hoy y pensaré siempre, en que hay en ella una forma de coser especial, distinta, a unos niveles que podríamos considerar, de "alta costura". 

Esto me llevó a recordar un escrito que leí hace tiempo, titulado con ese nombre, "alta costura", y con el que hoy, más que nunca, me siento identificado...


"En la tela de la historia familiar, las manos de mi madre reforzaron costuras para que nos sostuvieran ante cualquier tirón de la vida.

Las manos de mi madre enhebraron el hilo que une las partes del molde sin olvidar que cada una es distinta a la otra... y juntas hacen el todo, como la familia.

Las manos de mi madre estiraron dobladillos para que pudiéramos crecer, para que no nos quedaran cortos los ideales.

Las manos de mi madre zurcieron desgarros para que volviéramos a usar el corazón, sin hilachos de resentimientos.

Las manos de mi madre unieron retazos para que tuviéramos una manta original que nos cubriera.

Las manos de mi madre aseguraron presillas y botones para que estuviéramos unidos, para que no perdiéramos la esperanza.

Las manos de mi madre aplicaron elásticos para que asumiéramos con amplitud los cambios que nos piden los años.

Las manos de mi madre bordaron maravillas para que la vida nos sorprendiera con sus continuas entregas de belleza.

Las manos de mi madre cosieron bolsillos para guardar, en ellos, las monedas valiosas de los mejores recuerdos. Y mi identidad...

Las manos de mi madre cuando estaban quietas, cuidaban de mis sueños, para que dieran a mi diseño su polvo de estrellas.

Las manos de mi madre me sostuvieron, con sus hilos de "maga" cuando me asomaba a la vida... ¡para empezar a vestirla!

Las manos de mi madre nunca abandonarán su trabajo... nunca." 


Cabeza la Vaca, 8 de junio de 2018.

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