viernes, 1 de junio de 2018

Historias de Roma; "Genio y figura"

Hay ciudades con una historia tan antigua, que si miramos atrás, no seríamos lo que somos sin que ellas hubieran existido. Roma es una de ellas; quizás es la ciudad dónde empezó casi todo; también lo bueno y lo malo del ser humano. Referencia de la sociedad durante cientos de años. Es así que tienen mucho que ver sobre ello los personajes que gobernaron la ciudad, además de quiénes la habitaron. Pero los emperadores, por encima de cualquier cosa, querían imponer su propia personalidad sobre la ciudadanía de Roma y así en toda su expansión.

Es visitarla, y ver vestigios y huellas de los principales emperadores en cualquier rincón de la ciudad. Remueve nuestro conocimiento sobre lo que fue esa época, porque en base a eso podemos ver a una Roma descarada, traviesa, desordenada, agresiva o encantadora como solo ella sabe hacerlo. Es consecuencia de la marca que dejaron personajes como Trajano (quien nació en Itálica, Sevilla), Adriano, Marco Aurelio, Nerva..., o como no, el archifamoso Cayo Julio César, del que siempre se ha dicho que fue el arquitecto de Roma.

Y es que todos ellos eran admiradores de la política, del ejército y sus campañas militares, o de las grandes obras públicas, como el caso de Trajano, un auténtico ingeniero de la época, quien mejoró la red de caminos, construyendo puentes que acortaran trayectos, infraestructuras hidráulicas para el abastecimiento de las poblaciones o calzadas que a día de hoy se mantienen intactas y parece que el tiempo no ha pasado por ellas.

Y es que la personalidad de los emperadores de entonces tenía su eco en el desarrollo de la ciudad. Y Roma era ejemplo de todo lo que se movía por entonces. De sus virtudes y sus defectos, se hacían moldes en los distintos lugares de Europa. Todo lo que salía de la cabeza de los emperadores más ocurrentes, era copiado en otros muchos lugares. Después de todo aquello, la ciudad anduvo dormida por un tiempo, pero otra época dorada llegaría a la capital romana, de la cual volvieron a tener "culpa" ingenieros y arquitectos del momento.

Fue en alguna otra visita anterior a esta última a Roma, cuando me llamaron la atención ciertos aspectos arquitectónicos de la ciudad que antes no había apreciado. Y en el afán de descubrir, siempre sale alguna anécdota que hace que su historia te sorprenda y merezca la pena conocer más de ella. Y como Roma siempre ha destacado por ser una potencia bélica durante muchos siglos, se te vienen a la cabeza sus victorias, pero también sus derrotas. A destacar de éstas últimas, los dolores de cabeza que se llevaron con un tal Anibal y sus 38 elefantes, quienes partiendo de Hispania, atravesaron los Pirineos y los Alpes llegando a las puertas de Roma, estando a punto de conquistarla.

En esto pensaba, mientras observaba la escultura del elefante que hay tras el Panteón de Agripa. Una pieza curiosa, pues este animal de mármol soporta un enorme obelisco egipcio sobre sus espaldas. Cosa rara ésta, que te hace preguntarte qué pinta aquello allí. Yo, ciertamente pensé y a la primera impresión, que se trataba de la idea de algún arquitecto, cosa común en ellos en eso de tratar de complicar siempre las cosas (venga aquí mi cariño y admiración a ellos).

Pero de verdad que tienes que buscar información sobre aquello, pues de lo contrario es imposible averiguar cómo, un elefante (animal sinónimo de mal fario para el pueblo romano), está allí, presidiendo esa plaza, soportando un obelisco, y que bajo su panza, haya un cuadrado de mármol, y cómo tapando el mismo, una manta que cuelga de los lomos de este animal.

Así me enteré que era una obra maestra del genio Bernini, y del cual todos se sienten cautivado por su historia. Y es que cuentan que el Papa Alejandro VII allá por el siglo XVII convocó una especie de concurso público para escoger el artista que realizase el soporte de un obelisco que habían traído años atrás desde Egipto, y que se conservaba en un jardín de los dominicos. No sabemos si hubo proceso de selección previo, pero los finalistas del concurso fueron Bernini, el gran arquitecto de la Roma Barroca, y el padre Piglia, un dominico un tanto presuntuoso y muy envidioso.

Ganó Bernini, pero el sacerdote se encargó de "comerle la oreja" al Santo Padre para convencerle de que el paquidermo no podría soportar el peso del obelisco sobre su grupa, tal y como había dibujado Bernini. El arquitecto tuvo que modificar su proyecto inicial y encajar un pesado cubo bajo la panza del elefante. Eso sí, le colocó una preciosa manta (también de mármol) decorada sobre su lomo para tratar de enmascarar semejante barbaridad ante las embestidas de envidia del dominico (como si lo estuviera viendo).

En el proyecto definitivo que dibujó Bernini y esculpió Effore Ferrata, se incluyó también una pequeña venganza; el arquitecto movió la cola de la bestia, de tal forma que si algún día el animal tiene flatulencias, éstas van a parar directamente hacia el convento de los dominicos, que se asomaba a su espalda y en el que residía el padre Piglia. Ya se sabe que hasta los genios, son como niños. Si algún día estás por Roma, acércate a verlo, pero no te arrimes mucho por detrás, menos si eres dominico, no sea que el animal no tenga una buena digestión ese día...



Cabeza la Vaca, 1 de junio de 2018. Imágenes del Elefante de Bernini libres en la red.

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