viernes, 15 de junio de 2018

Cuando no puedes correr

Actualmente es noticia de primera página los 629 inmigrantes que viajan a bordo del Aquarius, un barco a la deriva a causa de distorsiones políticas y que lo empujan sin rumbo de un país a otro. Este barco es noticia pero a nadie parece importarles que ahí, no viajan inmigrantes, sino personas, que aunque de 26 nacionalidades distintas sean, (Senegal, Gambia, Nigeria, Somalia, Ghana...), tiene en común que son eso; personas. Ojalá este barco no solamente sirva para destapar las desvergüenzas de algunos políticos, de algunos países, y vaya más allá de todo eso. Ojalá esta historia, valga para algo, pero me temo que no será así, y eso que ahí también existen 629 historias importantes como cualquier otra.

No hace mucho tiempo visité el trabajo que realizan algunos amigos en Sicilia, atendiendo precisamente a personas que llegan a la costa de esta hermosa isla italiana. Verónica, Laura y Nino trabajan diariamente ayudando en la integración de las personas que llegan de los países africanos en busca de una nueva vida. Allí conocí la historia de Saikou, y era una historia como muchas otras, porque existen tantas historias como vidas. Cuando las conoces en primera persona, queda justificado sobradamente el por qué uno está dispuesto a cortar sus raíces y salir corriendo hacia cualquier otro lugar.

Y es así, con este concepto, "salir corriendo", como recordé otra historia ocurrida años atrás, en el 2012, pero que no deja de ser una biografía más como la de miles y miles de personas que están obligados a dejar su país en busca de otras opciones de vida. Es cierto que esta historia de la que hablo puede ser una más, pero al menos sirvió de inspiración para muchos que intentaron perseguir el mismo sueño. Porque los sueños, a veces no aparecen con el simple hecho de cerrar los ojos; tienes que salir de tu entorno para soñarlos... y vivirlos.

"Samia Yusuf nació el año 1991 en Somalia. Fue la primera de seis hermanos de una familia extremadamente pobre en uno de los países más pobres del mundo. Al principio correr no era más que un juego, después la puerta a un sueño. Y Samia corría aunque no tenía zapatillas para hacerlo. Corría aunque no tenía ningún entrenador que la ayudara a mejorar su técnica. Corría huyendo de los fundamentalistas, que creían que las mujeres musulmanas no podían practicar deportes. Y con 17 años recién cumplidos, el verano del 2008 Samia hizo realidad su sueño participando en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.

Corrió en la prueba de los 200 metros lisos. Lo consiguió sin sponsor, sin entrenadores profesionales, sin medicamentos y sin masajistas. Registró su mejor marca personal con 32"16´. Llegó la última con el peor tiempo de todas las series clasificatorias pero el público le dio una impresionante ovación en reconocimiento a su esfuerzo. "Quiero que me aplaudan para ganar. Lo prefiero a que me aplaudan para que vean que necesito apoyo. Con todo, la reacción de la gente me ha hecho muy feliz" . El sueño no había hecho más que empezar.

Samia quería participar en las Olimpiadas de Londres 2012. Hasta ese momento la entrenaba su primo y amigo Alí, en un barrio de Mogadiscio (Somalia). Corría de noche en un estadio desierto para esconderse de los ojos acusadores. Entrenaba con burka, pero seguía manteniendo el sueño de ganar la prueba en el estadio olímpico de Londres. Su padre fue asesinado. Su madre huyó de Somalia y su amigo del alma y entrenador, Alí, entró a formar parte de un grupo terrorista. El comité olímpico somalí negó a Samia su documentación y la convirtió en una clandestina.

La joven tomó la decisión de abandonar su país y buscar un entrenador profesional en Europa. Su madre vendió un pequeño terreno para financiar su viaje e intentar alejarla de las guerras y la precariedad. Una noche, Samia emprendió un viaje sin retorno. El trágico periplo de 8.000 kilómetros que miles de inmigrantes del cuerno de África planifican para atravesar Etiopía, Sudán, parte del Sáhara, llegar a Libia y alcanzar las costas italianas. 

Un muro de agua cerca de Lampedusa impidió a Samia alcanzar la meta. En un último esfuerzo por llegar a tierra, Samia se lanzó al mar. Como esta historia hay cientos, miles, y todas y cada una de ellas llevan detrás un sueño, una ilusión, un motivo de vivir". 

En su desesperación, Samia olvidó que sabía correr pero no nadar... 



Cabeza la Vaca, 15 de junio de 2018. Imagen libre en la red. 

   

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