viernes, 29 de junio de 2018

La resiliencia

Hay palabras que te vienen de oídas, y es posible que aunque te digan qué significan, realmente nunca llegues a entender cuánto quieres decir. Es el caso de la palabra "Resiliencia"; capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Visto así, todo el mundo debe enfrentarse a este concepto alguna vez en la vida. "Sacar fuerzas de dónde no se tiene, aguantar el tipo o bien llevar la procesión por dentro", podrían ser expresiones sinónimas de la palabra resiliencia. 

Hay quien dice que es algo innato de cada uno, otros piensas que la resiliencia hay que trabajarla, pero supongo que la naturaleza de cada persona tiene mucho que ver. Es posible que sea un término que tengamos que entrenar a lo largo de nuestra vida, pero sea como fuere, será algo que te hará más fuerte.

Y es que la palabra resiliencia designa la capacidad del acero para recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y a pesar de los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlos. La palabra proviene del latín; "saltar y volver a saltar". Recomenzar.

Estas serían las definiciones más típicas para describir este término, aunque creo que uno no sabe que ha tenido resiliencia ante determinadas situaciones, hasta que no ha pasado un tiempo considerable desde que éstas llegaron a ocurrir y, en cualquier caso, cada persona la tiene a su manera.

Yo particularmente pienso, que detrás de todo eso, de todo ese concepto general sobre la resiliencia, debe haber un fuerte carácter positivo de la personalidad de cada uno. Por eso que a mi me gusta explicar este término con un cuento, tal y como me gusta reflexionar sobre otras situaciones. En este caso, un cuento de un personaje japonés legendario. Quizás por eso los japoneses tienen tan bien entrenado este término...


"Oda Nabunaga fue un señor de la guerra; medio legendario, a quien entre otras epopeyas se le atribuye la sangrienta unificación del Japón medieval. Se dice que Oda Nabunaga se dirigió con su pequeño ejército a enfrentarse con otro señor feudal que tenía un ejército más numeroso. Sus vasallos estaban desmoralizados.

Cerca del lugar donde se debía dirimir la batalla se erigía un templo sintoísta. Era un templo muy parecido al de Delfos en la antigua Grecia, que tenía la capacidad de vaticinar los favores divinos: las personas acudían allí para orar a los dioses y pedirles su gracia. Cuando se salía del santuario era costumbre lanzar una moneda al aire; si salía cara, se cumplían los favores que se habían pedido.

Oda Nabunaga fue al templo y rogó ayuda a los dioses para que fuesen favorables a su ejército a pesar de ser menos numeroso. Al salir del templo, lanzó una moneda y salió cara. Sus guerreros envalentonados se dirigieron presurosos a la batalla y ganaron.

Cuando la lucha se acabó, un lugarteniente se dirigió a Oda Nabunaga y le dijo: "Estamos en manos del destino, nada podemos hacer contra aquello que deciden los dioses", y Oda Nabunaga le contestó:

-- Cuanta razón tienes, amigo mío --, y le enseñó la moneda. Tenía dos caras".

Y eso es lo que creo yo que es la resiliencia, andar por la vida con una moneda de dos caras. Atendiendo a la moraleja de la historia de Nabunaga, ésta nos dice que, a menudo, el destino está en nuestras manos. El futuro se debe construir y nosotros tenemos mucho que decir al respecto. Para hacer realidad aquello que queremos, es necesario creer que nuestro futuro no es un regalo. No estamos delante de una situación totalmente ajena a nosotros, más bien, nuestro futuro es algo que podemos conquistar. El ser humano tiene la capacidad de ser guionista y protagonista de sus propias historias.


Cabeza la Vaca, 29 de junio de 2018. Imagen libre en la red

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