viernes, 3 de abril de 2020

Cualquier microrrelato de cuarentena

Salgo continuamente a escondidas, a cualquier hora y momento del día. Y mira que sé que está mal, que no puede hacerse por esto de la cuarentena, pero necesito encontrar lo que ando buscando. Me muevo por las calles más transitadas, pero nada de nada. Los edificios y centros comerciales, cerrados. Los bares y restaurantes, que ahí solía encontrar con facilidad lo que ahora ando buscando, totalmente clausurados. Lo mismo ocurre con los parques, los jardines..., es una impotencia total. Así que regreso a casa sin ninguna fortuna.

El ascensor de mi bloque es pequeñito y estrecho. Tarda una eternidad en abrir sus puertas. En los larguísimos instantes que dura el estar ahí quieto, de pie en el rellano, da para pensar en asesinos, ladrones, vecinos de distinta calaña, y gentes de mal vivir que podrían estar aguardando en su interior para atacarme.

Pero las puertas finalmente se abren y tampoco hay nadie. Todo el mundo está metido en sus casas. Es decepcionante. Así es imposible inspirarse...




Cabeza la Vaca, 3 de abril de 2020. Imagen libre en la red.

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