viernes, 22 de mayo de 2020

Microrrelato: La papiroflexia

Siempre me había parecido una persona muy compleja, diferente, quizás usar la palabra "especial", no era la más adecuada a su personalidad, pero lo cierto y verdad, es que parecía ir en dirección contraria a todo el mundo. Siempre trataba de hacer lo opuesto al resto de la gente.

Recuerdo que, al poco de conocernos, me invitó a asistir al concurso regional de papiroflexia, que se celebraba anualmente y en el que él, participaría por vez primera.

"Lo haré en último lugar, cosa buena ésta, por lo del efecto sorpresa", -- me dijo entusiasmado. 

El nivel de todos era muy alto, o al menos eso me pareció a mí. Cada participante subía al escenario, donde solamente contarían con un folio en blanco y su habilidad. Un reloj de arena colocado en una mesita, marcaría el tiempo que tendrían para sacar, de aquel impoluto papel, cualquier figura.

Animales de todo tipo u otros objetos, como el famoso barco de vela, eran los más comunes, eso sí, con una rapidez y un diseño espectaculares, y la actuación de cada participante, dejaba una tarea más difícil de superar para el siguiente.

Ahí que le tocó el turno a mi amigo, en último lugar, y que para asombro de todos, subió al escenario con un cisne de papel increíblemente hecho, con cientos de dobleces y formas perfectas.

-- Lo descalificarán --, pensé de inmediato.

Dio la vuelta al reloj de arena, y con una rapidez de manos inusual, convirtió aquel perfecto cisne en un folio blanco, sin absolutamente ninguna arruga ni doblez...


Cabeza la Vaca, 22 de mayo de 2020. Imagen libre en la red.


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