viernes, 25 de marzo de 2022

El deseo del mendigo

Supongo que os ha pasado que, cuando hablas de algún tema o tienes una conversación derivada sobre algún asunto, de repente te llegan historias, cuentos o lecturas sobre ese tipo de cuestiones de las que conversabas. 

A veces, es bueno diversificar la lectura y no centrarse en un solo libro o en una temática fija, sino que dejarte llevar por escuchar o leer cualquier historia o aventura, te enriquece enormemente.

Algo así me ha ocurrido hablando esta semana sobre el límite de los deseos, sobre la proporción de la ambición y/o de cuánto necesitamos en nuestra vida para conformarnos, o con lo que necesitamos realmente para conseguir llegar a ser felices. Entonces escuché el término de "emborracharse de felicidad", que aunque pueda sonar bien, hay que tener cuidado con la resaca que consigue llegar a dejarte.

Entonces como digo, ha llegado a mí una fábula genial y que no conocía, que viene a decir todo esto. Sobre los deseos que se tienen para conseguir la felicidad y que, siendo el mismo concepto para todos, hay quien se conforma con mucho menos y llega al mismo estado de felicidad.

La fábula dice algo así;

"Se cuenta que en un pueblito jasídico se encontraban los judíos una noche en una fonda miserable, a la salida del Shabat. Eran todos vecinos del pueblo, menos uno que nadie conocía; pobre y andrajoso, masticaba algo en una esquina oscura al fondo. 

Los temas de conversación iban sucediéndose, hasta que a uno se le ocurrió preguntar a los demás qué elegirían de concedérseles un deseo. Uno pidió dinero, el otro un yerno, el tercero un nuevo banco de carpintero... Todos expresaron sus deseos hasta que no quedó más que el mendigo en su rincón oscuro. Vacilando y a regañadientes aceptó revelarlo también él. 

«Ojalá fuera un poderoso monarca y reinara sobre un vasto país. Quisiera que de noche, estando dormido en mi palacio, el enemigo irrumpiera en mis tierras y antes del amanecer sus jinetes hubieran llegado a las puertas de mi castillo sin encontrar resistencia alguna. De susto me despertaría sin tiempo siquiera para vestirme. En camisón emprendería la fuga a través de montañas, bosques y ríos, noche y día, sin descanso, hasta llegar aquí a este banco en vuestro rincón. Eso es lo que yo desearía.» 

Los demás se miraron atónitos unos a otros. «¿Pero qué ganarías con ese deseo?», atinó a preguntar uno. 

«Un camisón», fue la respuesta.


Fuente de Cantos, 25 de marzo de 2022. Imagen libre en la red.


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