viernes, 16 de septiembre de 2022

La solidaridad de los sentidos

Hoy apareció en mi teléfono el recuerdo de mi primer viaje a Brasil. El celular mostró un collage de varias fotos que hice sobre distintos lugares y personas, y se abrió una que, ya en su momento, me llamó poderosamente la atención. Se trataba de una fotografía que hice mientras íbamos en el coche, y era de una mujer de mediana edad que hablaba por teléfono parada en la acera de la calle.

Y digo que me llamó mucho la atención porque en una primera imagen, me pareció que la mujer sonreía, pero al fijarme mejor, me di cuenta que la señora era completamente ciega y además sus ojos estaban casi cerrados por completo. Me pareció una imagen durísima y obviamente, como en todos los casos en que veo a alguien con alguna dificultad física o sensorial, sentí una profunda pena y tristeza.

Hoy volví a reflexionar sobre ello, máxime cuando podemos decir los que no padecemos alguna enfermedad de este tipo o digamos que, formamos parte de la gran mayoría, que somos unos auténticos afortunados. Y que muchas veces, muchísimas, nuestras quejas no son más que pataletas y berrinches por asuntos superficiales, por pequeños problemas que en su mayoría tienen.

No solemos ponernos en el pellejo de esas personas que tienen que vivir con una grave enfermedad o con una anomalía, que por supuesto no los hace inferiores, pero que en su mayoría, los pone a prueba y deben librar una batalla interna durísima y eterna para vivir en unas condiciones parecidas a la tuya (siempre y cuando también la sociedad se lo ponga fácil). 

Nuestra empatía o solidaridad, más allá de ser inmediata ante tales hechos y para con esas personas, debe también llevarnos a pensar diariamente en que somos unos afortunados, y que debemos estar agradecidos permanentemente a que, por el momento (pues nunca se sabe qué nos puede deparar el destino), la suerte está de nuestro lado o simplemente a la naturaleza le hemos caído en gracia.

Sobre empatía y solidaridad de los sentidos, me vino a la cabeza, al igual que la fotografía de esta señora, un cuento que leí hace bastante tiempo pero que aunque recuerdo su autor, me suena que dice algo así;

"Había un niño ciego en clase de Pablo, que nunca soñaba colores. Se murió en junio del año pasado. Durante un tiempo, incluso después del verano, Pablo estuvo inmensamente triste. Se le había olvidado decirle qué, cuando él olía las rosas, también cerraba los ojos."


Fuente de Cantos, 16 de septiembre de 2022. Fotografía de Jesús Apa, Florianópolis (Brasil), Septiembre de 2016.


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