Ese amanecer fue distinto, principalmente porque se despertó más tarde de lo habitual. Además, por la ventana que da a la calle, percibía el frío y la lluvia que caía intensamente. Eso, sumado a la vaga intención de levantarse, lo dejaba por más tiempo en la cama.
Cuando lo hizo, comenzó a ver plumas caídas en el suelo y que dejaban un rastro como si algún ser las hubiera estado perdiendo de su plumaje. Siguió las huellas esperando encontrar el cuerpo desplumado, pero la pista se perdía y finalizaba en la puerta de salida.
Se quedó sentado, perplejo ante tal acontecimiento. Esperó todo la mañana, toda la tarde, y al caer la noche, una llave sonó en la cerradura y acto seguido entró alguien. Era su mujer.
Nunca había caído en la cuenta que, efectivamente, tenía cara de Ángel. Parecido al Otoño, solo estaba cambiando su plumaje...
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