Serían eso de las 4 de la madrugada, cuando mi cuerpo se despertó con mi pulso acelerado. Un gran estruendo movió todo el cuarto, y de repente, una gran grieta comenzó a abrirse por el suelo hacia la cama.
No tardé en reaccionar e instintivamente, salté del catre y cargué a mi esposa en hombros. Sorteé otra gran grieta que venía hacia mí desde la puerta de entrada, y ya en el pasillo, evité grandes trozos de techo que iban cayendo hacia el suelo mientras corría sofocado.
Tras sortear todos esos obstáculos, otro gran estruendo retumbó, y fue entonces que sentí un gran golpe en la cara, pero muy parecido a una cachetada. Me recompuse, abrí los ojos, y entonces mi esposa, que aún la llevaba cargaba a hombros, me dijo;
"Deja de soñar estupideces y bájame de una vez, que ya van dos veces esta semana que me traes en sueños a la sala"
Entonces pensé, que así son las esposas, "ni siquiera cuando las salvas están contentas"...
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