viernes, 30 de octubre de 2020

Las tardes de lluvia

Esas tardes de otoño, que marcaban tanto su tristeza, le impulsaban a salir a la calle. Sin esperarlo, la lluvia comenzó a ocupar todo el ambiente. De pronto, un paraguas cubrió su cabeza, quedando protegida del temporal. También llegó de forma súbita y sin anuncio previo. 

Lo portaba un señor bien vestido, también de avanzada edad, como ella, y quien amablemente, no tardó en justificarse.

"No se moleste, son pequeños gestos o detalles que hacemos los pocos caballeros que aún quedamos"

-- No es molestia --, contestó la mujer, mientras intentaba discretamente salir del paraguas.

"De siempre fui así, casi es algo innato", sonrió. Un breve silencio parecía incomodar aún más el momento. El señor seguía buscando algún motivo para charlar.

"No desconfíe, mujer. Lleva un pelo tan lindo, que sería una pena que se empapara. Me llamo Ildefonso Castillo, vivo acá al lado, apenas a dos cuadras".

-- Sí...encantada. Soy Teresa Escudero --.

"¿También espera usted el omnibus?"

-- Sí --.

"¿Y lleva mucho esperando?" 

-- Sí --.

"Porque es el 28, el que llega ahora, ¿verdad? El que para justo en La Cafetería de las Flores..."

-- Claro... --.

"Y ahí será dónde tomemos el primer café de nuestras vidas..."

-- ¿Y qué le hace a usted pensar que así será? --

"Pues que jamás, en el tiempo que la conozco, le escuché decir un "no" por respuesta..."

Han pasado muchos años, más de los que ambos hubieran podido imaginar. Y han venido más cafés, más días de lluvia, más gestos de caballero... y aún siguen caminando bajo el mismo paraguas.

Las tardes de lluvia, suelen ser perfectas para los que esperan nuevamente el amor. Incluso, para los que ya no esperan nada...



Fuente de Cantos, 30 de octubre de 2020. Imagen libre en la red.





  

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