viernes, 11 de abril de 2025

Teoría de los globos

Me llegó ayer la reflexión, como a muchos nos pasará, de cual es la forma más ágil de encontrar la felicidad. Bien es sabido, que no hay una manera única de encontrarla, máxime cuando la felicidad no es fácil convertirla en un estado duradero, pues suele ser una sensación momentánea. Pero aún así, la mayoría de la gente trata de centrar todos sus comportamientos individuales en ser feliz, y es posible que aquí esté el error. 

Como digo, se trataba de una reflexión, pero como en todas ellas, no viene mal encontrar el cuento o la fábula que mejor explique que, el comportamiento colectivo, más que el individual, puede ser una herramienta perfecta para encontrar la ansiada felicidad. Y aquí va el cuento, que lo conocí hace bastante tiempo y cuyo autor desconozco;

En cierta ocasión, unos alumnos le preguntaron a su profesor cómo se podía alcanzar la felicidad. El maestro pensó durante unos momentos la mejor manera de explicárselo y, poco después, les entregó un globo de color rojo a todos los alumnos de la clase y les pidió que lo inflaran y que escribieran con rotulador negro su nombre en él.

Cuando terminaron, el profesor les pidió que lanzaran sus globos al aire por la clase y que salieran fuera del aula. El profesor mezcló todos los globos. Cuando pasaron unos minutos, les pidió que regresaran a la clase y les dijo:

– Tenéis que encontrar vuestro globo en menos de medio minuto.

Con gran alboroto cada alumno intentó recuperar el globo con su nombre, pero, como todos los globos eran rojos, no resultaba fácil y, corriendo de un lado para otro, se desesperaban y resultaba cada vez más difícil que alguno encontrase su globo. Pasado el tiempo, el maestro les gritó que parasen:

–¡Parad! Vamos a comenzar de nuevo. Coged el globo que tengáis más cerca y entregádselo a su dueño.

Así lo hicieron y todos los alumnos recuperaron su globo en menos de medio minuto. Entonces, el maestro añadió:

– Ya habéis visto lo que ha ocurrido. Al buscar vuestro propio globo, habéis perdido mucho tiempo y os habéis puesto nerviosos, pero cuando os habéis ayudado unos a otros, la tarea se ha podido completar rápidamente. Estos globos son como la felicidad. Si nos centramos únicamente en buscar la nuestra, tardaremos mucho tiempo en encontrarla. Sin embargo, si ayudamos a los demás a encontrar la suya, lograremos la nuestra más fácilmente.


Marbella, 11 de abril de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 4 de abril de 2025

Microrrelato; La lechuza

Había un hombre llamado Tomás, conocido por todos en el manicomio por sus ideas extrañas y su peculiar obsesión con las aves. Cada noche, al caer el sol, se sentaba en su ventana, mirando en silencio las estrellas. Pero lo que realmente lo hacía suspirar, no era el cielo estrellado, sino una lechuza. Una lechuza que aparecía siempre a la misma hora, con sus grandes ojos dorados que parecían brillar en la oscuridad. Tomás estaba convencido de que ella era su alma gemela, el amor de su vida.

La lechuza nunca se le acercaba, pero Tomás la observaba con devoción. La miraba durante horas, hasta que el sueño comenzaba a apoderarse de él. Sus ojos se cerraban lentamente, pero su corazón seguía latente, esperando que ella viniera más cerca, tal vez algún día, tal vez esa noche. Sin embargo, la lechuza siempre mantenía su distancia, y Tomás, con los párpados pesados, caía dormido antes de que pudiera escuchar su canto.

Durante el día, Tomás vivía como un hombre agotado. Sus compañeros de manicomio le preguntaban por qué siempre tenía tanto sueño, pero él solo sonreía y decía: “Es que ella aparece cuando todos duermen… y yo tengo que esperarla”. Nadie entendía a qué se refería, pero eso a Tomás no le importaba. Su amor nocturno era suyo y solo suyo, un secreto compartido con la luna y el viento.

Una noche, Tomás decidió que no caería dormido esta vez. Se quedó despierto, mirando fijamente la oscuridad, esperando que la lechuza viniera. Pasaron las horas, pero ella no apareció. El cansancio comenzó a envolverlo, pero él no quería rendirse. "Si no viene hoy, vendrá mañana", pensó, cerrando los ojos por un momento. Cuando los volvió a abrir, ya era demasiado tarde. La lechuza se había posado en el árbol frente a su ventana, pero él estaba tan dormido que no pudo verla.

Al despertar, Tomás se dio cuenta de que la lechuza ya no aparecía. El amor que él había esperado durante tantas noches parecía haberse desvanecido, como un sueño que se esfuma al alba. A partir de entonces, ya no esperó más. Aprendió a dormir por la noche, sin buscar nada más que el descanso. Porque, al final, comprendió que algunas cosas solo existen en la quietud del sueño, y que, a veces, es mejor dejar ir lo que nunca estuvo realmente cerca.


Fuente de Cantos, 4 de abril de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 28 de marzo de 2025

Cuentos para domir; Reunión en el bosque

En lo más profundo de un bosque antiguo, donde los árboles hablaban entre sí en susurros de hojas y la luna se colaba entre las ramas con timidez, se celebraba una reunión muy especial. Una vez cada cien años, los animales del bosque se reunían en círculo bajo el Gran Roble para tomar una decisión de gran importancia: ¿quién sería el guardián de los sueños de una niña humana?

Esa noche, el aire estaba cargado de misterio y expectación. Los búhos llegaron primero, en silencio, posándose en las ramas más altas. Luego, el ciervo blanco, siempre elegante, caminó hasta el claro con pasos solemnes. A su lado venía la zorra roja, con los ojos brillando de picardía. El oso pardo, la liebre de nieve, el lobo gris, la tortuga del río y hasta el murciélago del campanario tomaron su lugar en el círculo.

En el centro, el Gran León, anciano y sabio, habló con voz ronca:

"La niña se llama Cata. Apenas tiene dos años y cada noche se acuesta temblando, temerosa de monstruos que no existen. Pero también sueña con volar, con correr por prados infinitos, con hablar con estrellas. Necesita un guardián. Alguien que la visite en sueños y la acompañe. ¿Quién será?"

Los animales guardaron silencio. Luego, uno por uno, hablaron.

—Yo podría ser , dijo el lobo, porque sé proteger. En mis sueños ella correrá valiente y sin miedo.

—Yo también , dijo la tortuga. Le enseñaré a tener paciencia, a que los sueños no se alcanzan corriendo, sino creyendo.

—Y yo, añadió la hiena, le mostraré la risa. Haré que los monstruos bailen con sombreros ridículos.

Cada animal tenía una razón, un don, una historia. Todos eran valiosos. Pero Cata solo podía tener uno como guía.

Entonces, un leve aleteo interrumpió la reunión. Una pequeña mariposa nocturna, que hasta entonces nadie había notado, se posó en el centro del círculo.

"¿Y tú?" — preguntó el Gran León, sorprendido —. "¿También quieres hablar?"

—No vengo a hablar, vengo a ofrecerme —susurró la mariposa, con una voz que parecía hecha de brisa del mar —. Yo no espanto monstruos ni doy grandes lecciones. Pero en mis alas llevo los colores de la imaginación. Puedo volar con ella a mundos desconocidos, donde todo es posible.

Hubo un largo silencio. Luego, el ciervo blanco inclinó la cabeza. La liebre de nieve aplaudió con sus patas delanteras. El gran oso sacó infló su pecho satisfecho con lo que escuchaba. Uno a uno, los animales asintieron.

El Gran León cerró los ojos y proclamó:

"Así sea. Mariposa de los Sueños, tú cuidarás a Cata."

Y desde aquella noche, cuando Cata duerme, una pequeña mariposa aparece en sus sueños. Juntas atraviesan cielos con nubes de azúcar, mares de tinta y selvas flotantes. Y cuando el miedo asoma, la mariposa bate sus alas y lo transforma en polvo de estrellas.

Cata ya no teme dormir. Porque sabe que alguien la espera en sus sueños y los llena de colores.


Marbella, 28 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 21 de marzo de 2025

Cuentos para dormir; La primavera de Lila

Lila era una niña curiosa que amaba salir a jugar al jardín. Un día, al despertar, notó que el aire olía diferente, como a flores dulces y tierra mojada. Al asomarse por la ventana, vio que los árboles estaban llenos de pequeños brotes verdes y las flores comenzaban a abrir sus pétalos de colores. 

—¡Ha llegado la primavera! — gritó emocionada.  

Sin perder tiempo, Lila corrió afuera y, para su sorpresa, el cielo estaba lleno de mariposas de todos los colores: azules como el cielo, amarillas como el sol y rosadas como las flores más dulces. Una mariposa azul de alas brillantes se posó en su hombro y le dijo con voz suave:

"Hola, soy Maru, la guardiana de las mariposas mágicas de la primavera. ¿Quieres conocer nuestro secreto?"  

Lila asintió con los ojos llenos de ilusión. Maru aleteó y, de pronto, cientos de mariposas formaron un arcoíris en el aire.

" Cada primavera — explicó Maru—, nosotras despertamos a las flores con nuestros bailes y llevamos alegría a todos los rincones. Por eso, cuando veas muchas mariposas, sabrás que la magia de la primavera está cerca."  

Lila siguió a Maru y a su grupo de mariposas por el jardín. Vio cómo, al pasar, las flores se abrían en un estallido de colores y las mariposas dibujaban caminos de luz en el aire. Las abejas zumbaban felices y los pájaros cantaban como si celebraran la llegada de la estación más bonita del año.  

"La primavera es un regalo —le dijo Maru—. Trae vida, colores y sueños nuevos. Y tú, Lila, ya eres parte de nuestra misión: cuidar la naturaleza y nunca dejar de soñar."  

Desde ese día, Lila decidió cuidar del planeta todos los días y, cada vez que la primavera llegaba, Lila salía al jardín y saludaba a sus amigas las mariposas. Sabía que, con ellas, la magia siempre volvería a su lado. 


Fuente de Cantos, 21 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.




 



viernes, 14 de marzo de 2025

Microrrelato; Lloviendo sobre mojado

Al principio, la lluvia fue bienvenida. "Qué bien, refrescará el ambiente", decían los ingenuos del pueblo. Pero nadie, absolutamente nadie, podía prever lo que vendría después. El primer día fue agradable. El segundo, tolerable. Para el quinto, ya comenzaban las primeras señales de desesperación: paraguas rotos, charcos estratégicamente ubicados para atacar con furia los zapatos de los desprevenidos, y un silencio incómodo entre vecinos que ya no sabían de qué hablar salvo del maldito aguacero.

Las casas comenzaron a mutar. Lo que alguna vez fueron cómodos hogares con alfombras y muebles de madera, se convirtieron en pequeños arcas improvisadas. Sofás flotaban con la dignidad de barcos a la deriva y algunos aseguraban haber visto peces nadando en los pasillos de sus casas.

Los niños aprendieron a nadar antes de decir su primera palabra. Las abuelas, hartas de la humedad en sus huesos, tejieron bufandas tan largas que servían como sogas para rescatar a quienes la corriente arrastraba. Los gatos, esos reyes del descanso, abandonaron sus hogares para buscar refugio en techos que ya eran propiedad exclusiva de las gaviotas migratorias, que confundieron el pueblo con una extensión del mar.

El panadero del barrio, que solía levantarse al alba con su típico humor amable, comenzó a vender pan flotante. "Garantizado que dura seco al menos tres minutos", prometía con lágrimas en los ojos. La tienda de impermeables subió los precios hasta niveles escandalosos. "Es el nuevo oro", murmuraban los desesperados clientes

La radio local dejó de hablar del clima porque ya no tenía sentido. "Hoy lloverá", era una frase redundante. En su lugar, comenzaron a transmitir consejos para sobrevivir a la humedad extrema. "¿Cómo encender fuego en un mundo sin sequedad?", "Cómo aceptar que el sol fue un mito urbano", y "¿Realmente necesitamos zapatos si ahora vivimos como anfibios?" fueron algunos de los programas más populares.

Pasaron los meses y los habitantes comenzaron a olvidar cómo era el cielo sin nubes. Algunos aseguraban haber visto el sol una vez en su vida, pero nadie les creía. "Eso fue un sueño", les decían, con la resignación de quien ha aceptado su destino de criatura semiacuática. 

Hasta que un día… dejó de llover. Por primera vez en meses, el sol apareció. El pueblo salió a mirar, con los ojos entrecerrados y la piel pálida como vampiros. Todo estaba en silencio… hasta que alguien susurró, con terror:

"Hace… calor".

Y sin decir más, todos corrieron desesperados pues sabían, que en poco tiempo, echarían de menos la lluvia.


Marbella, 14 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 7 de marzo de 2025

Cuentos para dormir; La máscara de cristal

Peter era el único príncipe heredero del reino, pero siempre había tenido muchos complejos, y todos ellos hacían que sufriera una gran timidez. Su padre, el Rey, consciente de ello, trató de ayudarlo, así que organizó en el gran salón del castillo, una fiesta de carnaval, donde todos los invitados irían con sus mejores disfraces. Peter, como siempre, trataba de no llamar la atención, y se puso a ver el espectáculo de baile y fiesta desde una zona alejada, tal y como su padre esperaría que hiciera. 

De repente, una persona disfrazada y muy misteriosa, le susurró al oido y le dijo que se pusiera una máscara, que al contrario que las demás, era invisible, pero causaba el mismo efecto en quien la llevara puesta. Notó que algo le presionaba levemente los ojos, y una máscara invisible quedó colocada delante de sus ojos.

Decidió probar aquella máscara, y con el paso de los días, había aprendido a ocultar sus verdaderos sentimientos detrás de la máscara de cristal. No era un antifaz cualquiera; era tan transparente y brillante que nadie notaba que la llevaba puesta.

Peter había descubierto que, con la máscara, nunca tenía que mostrar tristeza, miedo o enojo. Cuando se sentía solo, su máscara sonreía por él. Cuando tenía miedo de fallar, su máscara mantenía un gesto sereno. Con el tiempo, comenzó a mostrarse descaradamente en público, asistiendo a todos los actos oficiales del reino, y los demás lo admiraban por su aparente perfección, pero ya nadie recordaba al verdadero Peter.

Un día, el rey anunció un gran desafío: quien lograra cruzar el Bosque de los Espejos y llegar al otro lado con el corazón intacto, recibiría un regalo más valioso que todo el oro del mundo. La recompensa atrajo a valientes caballeros, sabios y aventureros. Peter, aunque dudaba, decidió intentarlo con el consentimiento del Rey, su padre.

El Bosque de los Espejos no era un bosque común. Estaba lleno de espejos que reflejaban no solo la imagen de quien los miraba, sino también su verdad más profunda. A medida que Peter avanzaba, vio su reflejo en ellos: al principio, su máscara brillaba como siempre, pero luego, poco a poco, comenzaron a aparecer grietas.

Los espejos le mostraban sus miedos, su soledad, sus deseos ocultos. Por primera vez, Peter vio al niño triste detrás de la máscara. Trató de apartar la mirada, pero los espejos estaban por todas partes.

—No quiero ver esto — gritó espantado.

Entonces, un espejo frente a él se quebró por completo, y con él, la máscara de cristal se desmoronó en mil pedazos. Peter cayó de rodillas, sintiéndose desnudo, vulnerable. Pero, al levantarse, notó algo extraño: el aire era más ligero, su rostro se sentía libre. Se miró en otro espejo y, por primera vez, vio su verdadero reflejo. No era perfecto, pero era real.

Cuando finalmente salió del bosque, el rey lo esperaba con una sonrisa.

"Has pasado la prueba" —dijo—. "El regalo que prometí no es oro ni joyas, sino el conocimiento de que la verdad es el mayor tesoro. Ahora eres libre de ser quien realmente eres".

Desde ese día, Peter vivió sin la máscara. Al principio, fue difícil, pues había pasado tanto tiempo oculto que le costaba mostrarse vulnerable. Pero con el tiempo, descubrió que ser él mismo lo hacía más fuerte que cualquier ilusión de perfección.

Y así, aprendió que la belleza de una persona no está en la máscara que lleva, sino en la luz que deja brillar desde su interior.


Marbella, 7 de marzo de 2025. Imagen extraía de un tebeo de carnaval.




viernes, 28 de febrero de 2025

Microcuento; El puente invisible

Hace ya muchísimos años que conocí a un tipo muy peculiar. He hablado en algunas ocasiones de él en estos posts, y siempre tendrá mi reconocimiento como un gran amigo y un hombre lleno de valores. La distancia, hace que no nos veamos a menudo y nuestras conversaciones sean más lentas y difusas, pero ambos sabemos que nos tenemos.

También de estas amistades se alimenta el ser humano; hay que alumbrar el camino y rellenar el espacio profundo que a veces deja la distancia. Como mi hija aún es pequeña, necesitaré explicarle con un cuento, el valor de este tipo de relaciones...


Luna y Leo eran los mejores amigos del bosque. Jugaban entre los árboles, inventaban historias y compartían risas bajo la luna. Pero un día, Leo tuvo que viajar muy lejos, más allá del río que nadie había cruzado jamás.  

—¿Y si nos olvidamos? —preguntó Luna con tristeza.  

—No lo haremos —dijo Leo—. La amistad es como un puente invisible: aunque no lo veas, siempre está ahí.  

Los días pasaron, y aunque Luna extrañaba a Leo, cada vez que veía algo que le recordaba a él—una hoja dorada, una nube con forma de león—sentía el puente fuerte y brillante en su corazón.  

Un día, cuando menos lo esperaba, Luna escuchó su risa llevada por el viento. Miró al otro lado del río y vio a Leo saludando. No importaba la distancia, su puente invisible siempre los uniría. 

 

PD: Feliz cumpleaños, mi gran querido amigo y hermano Mikki Paajanen


Marbella, 28 de febrero de 2025. Fotografía de diciembre de 2012, Córdoba.




viernes, 21 de febrero de 2025

Microrrelato; El carnaval de las máscaras

En medio del bullicio del carnaval, María llevaba su máscara más preciada, una de plumas doradas y piedras brillantes. Nadie la reconocía, y eso le gustaba. Se movía entre la multitud, disfrutando de la música y los disfraces extravagantes, cuando vio a un hombre parado en la esquina, con una máscara tan sencilla que casi pasaba desapercibida. 

Él la miró, sonrió y dijo: "La verdadera libertad está en no esconderse detrás de una máscara." 

María, sorprendida, se quitó la máscara, solo para descubrir que él ya había desaparecido. Ahí se dio cuenta, que ser uno mismo es lo que realmente nos libera...


Cabeza la Vaca, 21 de febrero de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 14 de febrero de 2025

Cuentos para dormir; El primer sí de Cata

Cata ni tan siquiera tenía dos años pero un mundo entero por descubrir. Desde que había aprendido a decir sus primeras palabras, su universo estaba lleno de “mamá”, “papá” y algún que otro “no” rotundo cuando algo no le convencía. Pero hasta hace unas semanas, una palabra en particular parecía no existir en su vocabulario: "Sí".  

Mamá y papá lo notaban con ternura. Cuando le preguntaban si quería más agua, Cata movía la cabeza. Si le ofrecían su muñeca favorita, se limitaba a estirar la mano. Y cuando le preguntaban si quería un abrazo, simplemente se acurrucaba en sus brazos sin decir palabra.  

Pero un día, mientras jugaba en el parque, Cata se detuvo frente a un columpio. Su papá, sonriendo, le preguntó como siempre:  

—¿Quieres que te ayude a subir?  

Cata lo miró, con sus ojos grandes y curiosos, y entonces ocurrió:  

"Sí", asintiendo a la misma vez con la cabeza.  

Papá se quedó inmóvil por un segundo, como si el mundo entero se hubiera detenido solo para escuchar aquella palabra. Luego, con el corazón lleno de alegría, la alzó suavemente y la sentó en el columpio.  

—¡Minha filha falou sim!!! — exclamó mamá, que observaba desde cerca.  

A partir de aquel día, el “sí” empezó a florecer en los labios de Cata como una mariposa que finalmente desplegaba sus alas. Sí a los cuentos antes de dormir. Sí a los juegos en la plaza. Sí a un beso extra antes de dormir.  

Mamá y papá sabían que, aunque el “no” seguiría siendo parte de su pequeño mundo, cada “sí” era una puerta abierta a nuevas aventuras.  

Lo mejor fue, cuando fui a preguntarle algo que llevaba esperando mucho tiempo; 

"¿Quieres mucho a Papá?..."

Y así, con cada dulce “sí” de Cata, la vida se volvía un poquito más mágica. 


Marbella, 14 de febrero de 2025. Fotografía de Jesús Apa.


viernes, 7 de febrero de 2025

Microrrelato; el último bocado

Manuel  siempre tomaba el último pedazo. En cenas familiares, en reuniones con amigos, en cualquier mesa donde hubiera algo que repartir. Lo hacía con naturalidad, como si le correspondiera por derecho.  

Un día, en una expedición en la montaña, una tormenta los dejó atrapados en una cueva. La comida escaseaba y cada uno racionaba lo poco que tenía. Cuando vio el último trozo de pan en el fondo de la mochila común, no dudó: lo tomó y lo devoró a escondidas.  

Por la mañana, sus compañeros, hambrientos pero unidos, compartieron sus últimas fuerzas y encontraron el sendero de regreso. Manuel, en cambio, débil y solo, no tuvo fuerzas para seguirlos.  

Ahí, en la inmensidad de la montaña, comprendió que su verdadera hambre no era de comida, sino de solidaridad. Pero ya era tarde.


Barcelona, 4 de febrero de 2025. Imagen libre en la red.


  

viernes, 31 de enero de 2025

Cuentos para dormir; El corazón de la estrella

"Al final, todo se resume en irnos de aquí con la satisfacción de haber sido una buena persona"

Para mi, hoy en día, esta frase que leí por ahí, es de una rotundidad absoluta. Aquel que es y se siente buena persona, ya le ha dado sentido a su vida. De esta importancia, viene este cuento... 
Mi hija, las primeras imágenes que tiene en su cuarto y que le han llamado más la atención siendo muy bebé, son de diferentes estrellas y una luna;


Había una vez, en una hermosa aldea rodeada de montañas, una niña llamada Luna. Luna era una niña amable, siempre sonriendo y ayudando a todos en su camino. Un día, mientras jugaba cerca del bosque, encontró una estrella caída entre las hojas. No era una estrella común, tenía una luz especial que brillaba de diferentes colores.

La estrella, aunque hermosa, estaba triste. "¿Por qué estás tan triste?" le preguntó Luna, preocupada.

La estrella suspiró. -- He caído del cielo y no puedo brillar como antes. Mis luces se apagan porque tengo miedo de no ser lo suficientemente brillante para todos. --

Luna pensó por un momento y le dijo: "Tal vez lo que necesitas no es brillar más, sino brillar con el corazón. ¿Sabes? A veces, la gente que más brilla no es la que tiene la luz más fuerte, sino la que ilumina a los demás con bondad."

La estrella miró a Luna con asombro. -- ¿De verdad crees eso? --

"Sí," respondió Luna. "Cuando eres buena persona, ayudas a otros, compartes sonrisas y haces el bien, eso hace que el mundo sea mucho más brillante, incluso si tu luz no es la más grande."

La estrella, tocada por las palabras de Luna, decidió intentar algo nuevo. Desde ese día, no solo brillaba para ella misma, sino que compartía su luz con todos los que la rodeaban. Ayudaba a las flores a crecer, iluminaba el camino de los animales del bosque y sonreía a todos los que pasaban cerca. Y, poco a poco, su luz creció, no solo en brillo, sino en amor.

Desde ese día, Luna y la estrella fueron grandes amigas, recordando siempre que lo más importante no es cuán fuerte brilles, sino cuán bondadoso seas con los demás.


Fuente de Cantos, 31 de enero de 2025. Fotografía propia.


viernes, 24 de enero de 2025

Cuentos para dormir; Avô y su nieta

En un pequeño pueblo muy lejano, Don Otavio celebraba su 77 cumpleaños. La casa familiar estaba llena de risas, aromas a chocolate caliente y el crujir del fuego en la chimenea. Pero para don Otavio, el momento más especial era cuando su nieta Catarina, que aún no tenía ni dos añitos, corría hacia él tambaleándose y con los brazos extendidos.

—¡Avô!— exclamaba la pequeña con una voz que derretía cualquier corazón.

Don Otavio había vivido muchas cosas en sus 77 años: había conocido al amor de su vida, superado tormentas, trabajado para cuidar a los demás y visto crecer a sus hijos. Pero nada se comparaba con la sensación de tener a Catarina entre sus brazos, escuchando sus risitas o viendo sus ojitos brillar de curiosidad.

Esa noche, después de la cena y antes de soplar las velas, la familia le pidió que pidiera un deseo.

—Vamos, abuelo, tienes que pedir algo especial— dijo su hija con una sonrisa.

Don Otavio cerró los ojos. Normalmente habría pedido salud o tranquilidad para los suyos, pero esta vez, su mente viajó hacia un deseo diferente, uno que brotaba de lo más profundo de su corazón.

“Deseo que Catarina crezca siendo feliz, fuerte y llena de sueños. Que nunca le falte una razón para sonreír y que en el futuro, siempre recuerde que su abuelo la quiso con todo su ser”.

Sopló las velas con una suave brisa, como si quisiera que su deseo viajara lejos, directo hacia el futuro de su nieta. Cuando abrió los ojos, Catarina lo miraba desde su silla con una enorme sonrisa entre sus dientecitos, como si ya supiera que ese deseo era para ella.

Esa noche, después de que todos se despidieron y la casa volvió al silencio, don Otavio se sentó junto a la ventana. Afuera, el cielo estaba cubierto de estrellas, y por un instante, sintió que una de ellas le guiñaba, como si el universo hubiera escuchado su deseo.

Don Otavio supo entonces que, aunque el tiempo fuera fugaz, los momentos compartidos con Catarina y los deseos que nacen del amor más puro se quedan para siempre. En ese instante, no había nada más que pedir; su corazón estaba en paz.

Lo que no sabía el Avô, es que en ese momento, su nieta lo observaba a través de otra ventana, y que llegó a  entender el mensaje;  cada vez que una estrella parpadee, aunque su abuelo estuviera a miles de kilómetros de distancia, sería la señal de que cada uno de ellos estaría pensando con amor en el otro.


Fuente de Cantos, 24 de enero de 2025. Fotografía de Jesús Apa.


viernes, 17 de enero de 2025

Cuentos para dormir; El oso gruñón y el hada del bosque

Había una vez un oso llamado Bruno que vivía en un bosque lleno de animales felices. Pero Bruno no era como los demás. Siempre estaba enfadado. Se molestaba si los pájaros cantaban muy alto, si las ardillas jugaban cerca de su cueva, e incluso si el viento movía las hojas de los árboles.  

—¡Dejadme en paz! — gruñía Bruno cada vez que alguien se acercaba.  

Al principio, los animales intentaron ser amables con él. El conejo Tim le llevó zanahorias frescas, pero Bruno las rechazó con un gruñido. La ardilla Lila le invitó a jugar, pero Bruno le gruñó tan fuerte que Lila salió corriendo. Poco a poco, todos los animales dejaron de visitarlo.  

Un día, Bruno se despertó y se dio cuenta de que estaba completamente solo. Nadie cantaba cerca de su cueva, nadie le ofrecía comida, y nadie le invitaba a jugar. Aunque no lo admitía, Bruno comenzó a sentirse triste.  

Esa noche, mientras Bruno estaba sentado junto a un árbol mirando las estrellas, apareció un destello de luz brillante. Era un hada pequeña, con alas plateadas y un vestido que brillaba como la luna.  

"Hola, Bruno", dijo el hada con una sonrisa—. "Me llamo Cata, y soy el Hada del Bosque. He venido porque sé que te sientes solo."  

Bruno suspiró.  

—Creo que los demás animales ya no me quieren.  

El hada se acercó, le dio un fuerte abrazo y le tocó suavemente la nariz.  

"No es que no te quieran, Bruno. Es que tu enfado los asusta. ¿Te has dado cuenta de cómo tus palabras pueden herir a los demás?"  

Bruno reflexionó y recordó todas las veces que había gruñido o gritado. Se sintió avergonzado.  

—No sabía que hacía tanto daño — admitió con tristeza.  

El hada sonrió.  

"Nunca es tarde para cambiar. Si muestras amabilidad y pides perdón, verás que los animales del bosque estarán felices de ser tus amigos de nuevo."  

Al día siguiente, Bruno decidió intentarlo. Salió de su cueva y fue al prado donde los animales solían jugar. Primero se acercó al conejo Tim.  

—Lo siento por haberte gruñido aquella vez — dijo Bruno, bajando la cabeza —. ¿Podemos ser amigos? 

Tim sonrió y le ofreció una zanahoria.  

"¡Claro, Bruno!" 

Luego fue a buscar a Lila, la ardilla.  

—Perdón por haberte asustado. ¿Quieres jugar conmigo? — preguntó Bruno tímidamente.  

Lila movió la cola con alegría.  

"¡Me encantaría!"  

Poco a poco, Bruno fue recuperando la amistad de los animales del bosque. Se dio cuenta de que, cuando sonreía en lugar de gruñir, todos eran más felices, incluido él mismo.  

Desde entonces, Bruno aprendió que es mejor hablar con calma y resolver los problemas con amabilidad. Y aunque a veces se enfadaba un poco, siempre recordaba las palabras de Cata, el Hada del Bosque: 

¡“Nunca es tarde para cambiar”.!


Cata y el Oso Bruno. Fuente de Cantos, 17 de enero de 2025. Fotografía de Helena Rocha.


viernes, 10 de enero de 2025

Cuentos para dormir; la cazadora de bichos

Había una vez una niña llamada Cata que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un bosque mágico. Cata era conocida como la "cazadora de bichos" porque tenía una red especial que había hecho su abuelo, un explorador famoso de Brasil. Pero ella no cazaba bichos para lastimarlos, ¡claro que no! Cata amaba a los bichos y su misión era ayudarlos a encontrar su camino de regreso a casa.

Una noche, mientras Cata estaba acurrucada en su cama con su mamá, escuchó un zumbido suave cerca de la ventana. Se levantó y, al abrir la cortina, vio a una luciérnaga que brillaba más que cualquier otra que hubiera visto. La luciérnaga parecía triste y desorientada.

—¿Qué sucede, pequeña amiga? —preguntó Cata, preocupada.

La luciérnaga parpadeó su luz como si tratara de hablar. Entonces, Cata recordó que su red mágica podía ayudarla a entender a los bichos. Corrió a buscarla, la agitó suavemente en el aire y, de repente, la luciérnaga habló:

"Me llamo Luma. Me he perdido y no puedo encontrar el camino de regreso al Gran Árbol, donde viven todas las luciérnagas."

Cata sonrió y dijo:  

—¡No te preocupes, Luma! Te llevaré allí.

Sin perder tiempo, Cata tomó su red, su linterna y su mapa del bosque. Afuera, la noche estaba llena de sonidos: grillos cantando, ranas croando y hojas susurrando con el viento. Pero Cata no tenía miedo. Sabía que todos esos sonidos eran de amigos que cuidaban el bosque.

Por el camino, encontraron más bichos que necesitaban ayuda. Un escarabajo estaba atrapado en una telaraña, una mariposa no podía salir de un charco y un pequeño saltamontes no lograba cruzar un arroyo. Cata ayudó a cada uno con cuidado, y todos agradecieron su bondad.

Finalmente, llegaron al claro donde estaba el Gran Árbol. Era un árbol enorme, con ramas que parecían tocar las estrellas y hojas que brillaban como esmeraldas bajo la luz de la luna. Luma zumbó feliz y voló hacia el árbol, pero antes de irse, regresó para darle un regalo a Cata: una pequeña piedra brillante que parecía tener luz propia.

—Gracias, Cata. Esta piedra mágica te guiará siempre que estés perdida en la oscuridad.

Cata guardó la piedra en su bolsillo y vio cómo Luma se reunía con su familia de luciérnagas. Las luces de todas ellas comenzaron a bailar como estrellas en el cielo.

Cuando regresó a casa, Cata se metió en la cama con una gran sonrisa. Sabía que, aunque fuera solo una niña, podía hacer grandes cosas para ayudar a los pequeños habitantes del bosque. Cerró los ojos y se quedó profundamente dormida, soñando con más aventuras.

Y así, cada vez que una luciérnaga brillaba en el bosque, Cata sabía que era Luma y sus amigos agradeciéndole por ser su valiente cazadora de bichos.


Fuente de Cantos, 10 de enero de 2025. Fotografía de Helena Rocha.



viernes, 3 de enero de 2025

Microrrelato; Cadenas de esperanza

Estando estos días en Brasil, me he dado cuenta que tenemos muchas diferencias, no solo cultural, sino que sus formas de vivir en la calle me llevan 20 o 30 años atrás. Y no es por desmerecer al pueblo brasileño, ni mucho menos, simplemente es que son diferentes maneras de vivir y tienen hábitos totalmente diferentes y respetables.

Pero me ha llamado la atención de que se pueden encontrar muchos perros en la calle, seguramente que nacieron y nunca tuvieron dueños, o muy posible que han sido abandonados. Esto es algo inusual en España, pues un perro abandonado en la calle, suele acabar en una perrera municipal, en el mejor de los casos.

Pero claro, siempre hay alguien que quiere cambiar ciertas cosas que, aunque de inicio pueden parecer muy difíciles, un acto de bondad, lleva a otro, y se forma una cadena de buenas acciones inimaginable.

De eso trata la historia del sacerdote brasileño João Paulo Araujo Gomes, quien lleva a sus misas a los perros abandonados para concienciar a sus feligreses y que estos los adopten. Y no sólo les da un techo bajo el que vivir y promueve su adopción sino que además se encarga de darles todos los cuidados que los animales necesitan hasta que son adoptados.

De ahí, nace este microrrelato, inspirado en esta maravillosa historia del cura João Paulo; 

"Cada domingo, el padre Joaquim esperaba junto a la entrada de la iglesia con un compañero nuevo. No llevaba sotana, sino una correa en la mano y una mirada compasiva. Ese día, el invitado era Bruno, un mestizo con el rabo entre las patas y el alma rota por el abandono.  

Durante la misa, Joaquim no habló del pecado ni de las pruebas divinas. Habló del amor que sana, de la compasión que transforma, y presentó a Bruno con una sonrisa esperanzada. "Los actos de bondad —dijo— no solo salvan almas, también salvan vidas".  

Al final de la misa, Ana, que había ido a buscar consuelo tras perder a su esposo, se acercó al altar. Bruno, con ojos cautelosos, la miró. Fue un instante, apenas un roce de confianza, pero suficiente para que Ana decidiera llevarlo a casa.  

La semana siguiente, Ana volvió con Bruno, ahora con el rabo alto y el corazón pleno, y ofreció donaciones para los otros perros de la plaza. Sus vecinos, conmovidos, comenzaron a sumarse. Primero con comida, luego con adopciones.  

El padre Joaquim sabía que su misión iba más allá de predicar. Al cambiar la vida de un perro, cambiaba también la de una persona. Y, en ese entrelazarse de almas y actos, entendió que la bondad siempre vuelve, multiplicada."  

Leyendo la historial real de este sacerdote, me quedo con este frase; "Sueño con una casa de paso, con un pequeño hospital veterinario, un lugar donde los animales callejeros muy enfermos, heridos y en estado crítico puedan ser auxiliados, recuperados y puestos en adopción (...) Dinero no tengo, recursos me faltan, pero tengo fe".


Santana do Livramento, Brasil. 3 de enero de 2025. Imagen del cura João Paulo Araujo Gomes.