viernes, 31 de octubre de 2025

Lo útil y lo valioso

Hoy en día resulta bastante difícil escuchar con atención, leer sin despistarte o incluso pensar en absolutamente nada y dejar la mente en blanco. Cada vez nos cuesta más trabajo diferenciar lo importante de lo esencial, lo útil de lo valioso, porque le damos valor a cosas efímeras, que al principio anhelamos con deseo y al poco las normalizamos, sin tener en cuenta que, lo realmente valioso es todo aquello que mantiene nuestros días en equilibrio.

Que tengamos salud, que les vaya bien a los amigos y familiares, que vivamos nuestros días sin sobresaltos y, sobre todo, para mi una cosa tremendamente importante; que mi conciencia esté tranquila y no haya nada que me quite el sueño. Eso para mi, es lo realmente valioso.

He encontrado un texto por ahí, que viene a dar sentido a todo esto;

"Quizás una de las cosas que más necesitamos es aprender a distinguir lo útil de lo valioso. Un sacacorchos es útil. Un abrazo es valioso. Una puerta es útil. Ver un atardecer es valioso. Un mechero es útil. Una amistad es algo valioso.

Casi siempre, lo útil es más caro que lo valioso. De hecho, lo valioso rara vez cuesta dinero. Y esto ocurre porque el dinero es útil, pero no es valioso. Lo valioso genera mucha más felicidad a largo plazo que lo útil. Y sin embargo, a menudo, valoramos más lo útil que lo valioso.

Los mejores momentos de la vida no cuestan dinero. Ver nacer a un hijo, el primer beso, sentir que vuelas de la mano de alguien… Los momentos que se nos pasan por la cabeza justo antes de abandonar este mundo no costaron dinero. Esos momentos son lo más valioso que tenemos.

Cuando te asalte una preocupación, párate a pensar si lo que buscas es útil o es valioso. Aprende a distinguir, y te darás cuenta de que vivir bien no es tan caro como te habían contado...


Fuente de Cantos, 31 de octubre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 24 de octubre de 2025

Sobre el alivio

Últimamente vengo reflexionando sobre lo increíblemente buscado que están quedando algunas cosas simples y llanas y, me atrevo decir, que al alcance de cualquiera; un rato de silencio y soledad, un poco de sol, una ducha caliente sin prisas..., y todo ello, viene a colación de otro término que, se está quedando infravalorado o poco disfrutado; el alivio.  

Y es que el alivio es la emoción tímida que llega cuando ya no queda público. No entra con trompetas ni reclama mérito: es la respiración que vuelve a su ritmo después del susto, el peso que se suelta sin ruidos, la frente que deja de apretar los dientes. Lo damos por hecho porque no brilla. Premian la hazaña, corean la euforia; nadie le pone una medalla a dejar de doler, sufrir o estar en tensión.

Quizá lo subestimamos porque no inaugura nada, sino que clausura. Es el telón que cae, el botón de “guardar” que no enseña el cuadro, pero lo preserva. En un mundo adicto a la escalada y la velocidad —más, más alto, más rápido— el alivio parece renuncia, descanso sin narrativa. Y, sin embargo, es lo único que nos devuelve a la medida humana: un paréntesis para el sistema nervioso, un banco en medio del camino.

Cuando llega, deja sentencia del recorrido. Dibuja, en negativo, la geografía de lo que importaba: el rumor de una noticia que no fue terrible, el examen que pasó, la llamada que no llegó, o la enemistad que no se dio. Nos enseña por sustracción; al retirarse la presión, aparece el contorno de lo que sosteníamos con los hombros. Esa pedagogía de lo que cesa vale más que mil lecciones sobre lo que empieza.

Tal vez debamos celebrarlo sin vergüenza: brindar por la ausencia de dolor, por la tarde que no se torció, por la ansiedad que se deshizo como un nudo de lana. Porque el alivio no es un vacío: es un espacio habitable. Sin él, todo logro se quedaría sin premio; con él, incluso la vida común tiene una música que no sube el volumen, pero afina el instrumento. Y eso, aunque no se vea, sostiene.


Marbella, 24 de octubre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 17 de octubre de 2025

Cuentos para dormir; Cambiar el final

Ya sabemos que los cuentos de castillos y princesas, se parecen mucho unos a otros. Ahora que a veces veo a mi hija ver alguna película al respecto, el mundo mágico de las princesas es siempre similar; a mitad de la historia, la princesa queda triste en el castillo, un príncipe difícil de encontrar, y una bruja mala que quiere estropear el final feliz que les espera a ambos, pero que a pesar de las dificultades, todo se alineará para que lo consigan.

Y como ocurre en todas estas historias, los buenos acaban siendo felices, los asesinos y ladrones capturados, y por norma general, el guion suele ser previsible. Solo que, esta historia es un poco diferente...

"La princesa Cata vivía en un castillo con muchas torres como cucuruchos de helado. Cada tarde miraba el cielo y suspiraba:

—Ojalá llegue mi final feliz.

En el bosque, la bruja mala llamada Tormenta practicaba hechizos que sonaban “¡zum!” y “¡zas!”. En cierto modo, no era mala de verdad: le dolía la soledad. Pero como nadie lo sabía, todos decían: “¡Cuidado con la bruja!”

Un día, Tormenta lanzó un hechizo de viento para asustar al caballito del príncipe que pasaba por allí. El viento sopló tan fuerte que le voló a la bruja el sombrero. La princesa Cata lo atrapó al vuelo y corrió hacia ella.

—Es tuyo —dijo Cata—. ¿Quieres entrar al castillo a merendar?

La bruja parpadeó, sorprendida. Nadie la había invitado nunca.

En la mesa había pan calentito, sopa de calabaza y queso de cabra. Tormenta probó una cucharada… y su magia cambió de sonido: “¡plin!”, “¡plin!”, como campanitas.

—Creo que mi final feliz es tener amigas —murmuró.

—Y el mío, compartir el castillo —respondió Cata.

El príncipe aprendió a hornear tartas, la bruja enseñó a hacer nubes con formas de corazones, y el castillo se llenó de juegos.

Desde entonces, cuando soplaba el viento, ya no daba miedo: traía olor a pan y a finales felices para todos".


Marbella, 17 de octubre de 2025. Matera, Italia. Fotografía de Helena Rocha.




  

viernes, 10 de octubre de 2025

Microrrelato; En su regazo

La noche se hizo ardiente y sucumbió a la fiebre. Ella, sobre mi pecho, me mira avergonzada, le sonrío y mi mano alisa su cabello que destella bajo el reflejo de la bujía. Me pregunto: ¿Cómo puede tener esa luz de vergüenza en sus ojos? ¡Si ella fue el ave que me alzó hasta el cielo!. 

¡En su respiración fui flauta y gacela!


Fuente de Cantos, 10 de octubre de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 3 de octubre de 2025

Cuentos para dormir; Telma, la perrita guardiana de sueños

Había una vez una niña que creía que los animales tenían secretos mágicos.

Su perrita Telma parecía confirmarlo: cada noche, cuando todos dormían, su collar brillaba con una luz suave, como si guardara una estrella en miniatura.

"¿Qué eres en realidad, Telma?" —susurró la niña una vez.

Telma ladeó la cabeza, y con voz dulce que solo ella podía oír, respondió:

—Soy guardiana de los corazones que aman a los animales .

Desde ese día, la niña descubrió que cada caricia que daba a Telma hacía que su estrella brillara más fuerte.

Y cuanto más cuidaba de su perrita, más podía escuchar la risa de los pájaros, el canto de los grillos y hasta los susurros de los árboles.

Telma no era solo una perrita: era un puente mágico hacia el amor por todos los seres vivos.

Y así, la niña comprendió que amar a los animales era el hechizo más poderoso del mundo.


Fuente de Cantos, 3 de octubre de 2025. Fotografía de Telma.



viernes, 26 de septiembre de 2025

Microrrelato; Yutori

El reloj del tiempo pasado sonó, pero no era una orden, sino una invitación.

Ese día decidió caminar más lento, dejar que el aire tibio rozara su piel sin prisa. Descubrió que los colores parecían más vivos cuando no los perseguía.

Comprendió que la vida no era un pasillo estrecho de obligaciones, sino un jardín con bancos vacíos esperándolo.

Se sentó, respiró, sonrió.

Era su cumpleaños y también el primer día en que se regaló "yutori": el arte de dejar que el mundo entrara con suavidad.


Matera, Italia. 26 de septiembre de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 19 de septiembre de 2025

Microrrelato; Alzheimer

Esa noche terminó de leer el libro del olvido y, en el último instante, las palabras jugaron como niños. Las luces se hicieron mortecinas y sobrevino el silencio, la oscuridad; los ojos veían sin ver y el alma dejó de tener sentido.

Se acabaron los recuerdos de los éxitos, las aventuras y experiencias, y cualquier otro destello que pusiera el brillo en sus ojos. Pero lo que más dolería, sería el olvido del amor, pues era la única certeza que lo mantenía vivo. Cuando intentó aferrarse a ese último resquicio, descubrió que el amor también se volvía niebla, un nombre sin dueño, un rostro sin contorno.

Pero en medio de esa nada, algo tembló; una chispa cálida, ligera como un susurro, que no provenía de la memoria, sino del presente. No era un recuerdo, era la sensación pura de amar, nacida de nuevo, intacta.

Comprendió entonces que el libro del olvido podía arrancar imágenes y palabras, pero nunca la raíz secreta del amor, esa fuerza que siempre sabe volver a germinar en la oscuridad.


Fuente de Cantos, 19 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 12 de septiembre de 2025

Microrrelato; la grieta invisible

Creyó que la amistad era un refugio inquebrantable, un lugar donde la palabra “siempre” pesaba más que cualquier promesa vacía.

Pero cuando extendió la mano en medio de la tormenta, solo encontró aire. Entre ellos solo quedaba una grieta invisible.

El amigo, aquel que tantas veces compartió risas y planes, había elegido la comodidad de su ausencia.

Desde entonces, cada conversación quedó adornada con una sonrisa frágil, como una flor seca guardada entre las páginas de un libro: testimonio de lo que fue, y de lo que ya no volverá a florecer.


Marbella, 12 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 5 de septiembre de 2025

La propuesta

Soplaste aquella vela con delicadeza. Atento veía el humo que dejaba su estela de olor a incienso y se fundía con la luz mortecina de los faroles. Hasta nuestros oídos llegaba la melodía lejana del coro y en el crescendo del requinto, exclamé con una inflexión sutilmente triste:

— Dios creó al hombre y a la mujer para que se unieran y se multiplicaran, estableciendo así el matrimonio como un plan divino 

Tu cara se encajó entre el desconcierto y la sorpresa. Tus pupilas se abrieron luminosas; pero sólo fue un momento pues acto seguido languidecieron hasta ser hielo. Luego, un largo silencio dio paso a tus sorprendentes palabras;

"Eres especial, hemos saboreado días increíbles, pero no es buena la idea". - me dijiste con acento firme."

Hoy estamos alejados, pues aquel momento en misa, fue de mucha vergüenza. Tú vives entre los avatares de la oferta y demanda, y yo continuo entregado a Dios y a mi parroquia, donde sigo recitando en cada celebración de boda, aquella frase del Génesis sobre el matrimonio...


Fuente de Cantos, 5 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 29 de agosto de 2025

Demasiado deseo

Llevaba demasiado tiempo con el apetito sexual por las nubes. De esas veces que una se encierra en sí misma, que ni tan siquiera recuerda que ese placer era tan sumamente rico. Así que esa tarde, en que había decidido salir, no quería desaprovechar la oportunidad, pero el crepúsculo se había ido y dudaba de su éxito, hasta tal punto, que llegó a pensar en voz alta;

"Soy fea", se dijo

-- Yo también --, contestó una voz que arrastraba las palabras.

La luz disminuida del bar facilitó el acercamiento. Una mano húmeda peinaba su pelo, dos brazos la sujetaban de las caderas. Otras manos levantaron su vestido. Iba a protestar, pero se contuvo cuando unos dedos acariciaban sus nalgas y la apretaban dándole un placer que nunca antes había sentido. Fue la primera vez en mucho tiempo que pensó que guardaba demasiado deseo dentro, contestando con un beso intenso y profundo. 

Llegó a su casa sin saber quién había sido el furtivo amante, pero al recordar, tomó conciencia de que muchos fueron los brazos y las manos que la percutieron al mismo tiempo y se sonrojó, luego le agarró un episodio de risa y se preguntó; 

"¿Demasiado deseo? ó, ¿Sería un calamar?"


Cabeza la Vaca, 29 de agosto de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 22 de agosto de 2025

Cuentos para dormir; mi amigo el Reno

En un rincón del bosque nevado vivía un reno llamado Vancouver, de ojos grandes como luceros, un jersey rojo con capucha y un trote ligero como el viento.

Cada diciembre soñaba con la gran noche, cuando volaría junto a Papá Noel.

Pero el resto del año… el tiempo se estiraba, largo como un suspiro, y el corazón de Vancouver se llenaba de espera.

Un día de invierno, entre copos que bailaban, apareció Cata, una niña de bufanda roja y pelo dorado. Al verlo, no tuvo miedo: sonrió. Y en esa sonrisa nació una amistad.

Desde entonces, Cata y Vancouver compartieron las estaciones:

— En primavera, ella trenzaba coronas de flores que descansaban en sus astas.

— En verano, reían junto al río, salpicando agua clara como cristal.

— En otoño, corrían entre hojas doradas que crujían como risas en el suelo.

— Y en invierno, jugaban con copos que parecían estrellas pequeñitas cayendo del cielo.

Cuando llegó diciembre otra vez, Papá Noel llamó a Vancouver para el viaje más esperado.

Cata lo abrazó fuerte, y aunque sabía que debía partir, no derramó lágrimas: su amigo llevaba consigo la alegría de todos los juegos, guardada en su corazón.

Esa noche, mientras volaba entre las nubes llevando regalos, Vancouver brillaba más que nunca.

Porque ya no era solo un reno de Navidad: era también el guardián de un secreto suave y eterno, el secreto de una amistad que florece en todas las estaciones.


Marbella, 22 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.





viernes, 15 de agosto de 2025

La última hoja

En un rincón olvidado de aquel pequeño bosque, un viejo árbol esperaba el invierno. Sus ramas, desnudas en su mayoría, sostenían apenas unas cuantas hojas que el viento acariciaba con prisa.

Entre ellas, una hoja amarilla se aferraba con todas sus fuerzas a la rama. Había visto pasar la primavera de flores, el verano ardiente y el otoño dorado. Había reído con la lluvia, bailado con las ráfagas y escuchado historias en el murmullo de las raíces.

Pero ahora, alguna enfermedad asolaba, el aire era frío y cada día se llevaba un amigo. La hoja miraba caer a las demás, girando lentamente hacia la tierra, y sentía un miedo suave, como quien teme cerrar los ojos por última vez.

—¿Y si al caer todo termina? —preguntó al árbol.

El árbol no respondió de inmediato. Solo dejó que el viento pasara y susurrara entre sus ramas:

"No es un final… es un regreso. Caerás, descansarás en la tierra, y un día volverás en el verde de otra hoja, en la flor de otro tallo."

La hoja pensó en todo lo que había visto, y entendió. Aflojó su agarre y se dejó llevar. Descendió flotando, ligera, besada por la luz del sol de la tarde. Fue un viaje breve, hermoso… y suficiente.

Cuando tocó el suelo, el viento siguió su camino, como si nada hubiera pasado. Y, de alguna manera, así era...


Marbella, 15 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 8 de agosto de 2025

En el camino a misa

Son muchos los recuerdos que me abrasan. Y vienen a mí como un tren que arriba a la estación con las puertas abiertas. En esa remembranza, encontré sábanas, soledad, tristeza, y un rosario de madera que aún conservo.

Me vi corriendo en la pradera, como una yegua que retoza sobre la hierba húmeda, imaginando tener bajo mi vientre el peso de una piel distinta a la mía, pero que siempre me fue prohibido por cumplir con la voluntad de mi tía-abuela, que nunca conocí por ser misionera de un Dios que me fue impuesto.

Con el rosario en las manos, me pregunto, ¿por qué lo hice? ¿Por qué no me opuse?. Lo cierto y verdad, es que hasta aquí me llevaron mis prejuicios.

De todos modos, sigo siendo la mujer que todas las tardes se encamina hacia la iglesia al repique de las campanas, mientras en el atrio los niños juegan con las palomas.


Cabeza la Vaca, 8 de agosto de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 1 de agosto de 2025

Cuentos para dormir; La niña y la princesa

Había una vez una niña llamada Cata, de ojos brillantes y risueña sonrisa, que cada verano visitaba con sus padres una antigua ciudad medieval, de callejuelas empedradas y torres que parecían rozar el cielo. En el centro del pueblo, como un centinela del tiempo, se alzaba un castillo con almenas y un gran portón de madera oscura.

A Cata le fascinaba aquel castillo. No por su arquitectura ni por sus leyendas, sino porque estaba convencida —más allá de toda duda— de que allí vivía una princesa. Cada vez que llegaban, lo primero que hacía era correr hasta la explanada frente al castillo y gritar con toda la fuerza de su pequeña voz:

—¡Princesaaaaaaa! ¡Princesa del castillo! ¡Estoy aquí! ¡Sal a jugar!

Los turistas la miraban entre risas o ternura, y los lugareños ya conocían la escena. Años pasaban, y la princesa nunca aparecía, pero Cata no se desanimaba. Cada verano, volvía a llamar a su amiga invisible.

Hasta que un día, cuando Cata tenía ya casi nueve años, ocurrió algo distinto.

Era un atardecer dorado, el viento movía las banderas del castillo y las sombras se alargaban sobre la plaza. Cata, como siempre, corrió al castillo y gritó:

—¡Princesaaaaaaa! ¡Princesa del castillo! ¡Estoy aquí!

Y esta vez, una voz le respondió.

"¿De verdad estás aquí?"

Cata se quedó helada. No daba crédito. No era la voz de una turista ni de su madre. Venía de arriba, de una ventana estrecha de la torre. Cuando alzó la vista, vio una figura. Era una niña, quizá de su misma edad, con un vestido azul antiguo y una corona pequeña de flores en la cabeza. La niña sonreía con una mezcla de timidez y asombro.

—¿Eres tú la princesa? —, preguntó Cata.

"Eso creo" —respondió la niña—. "Te he escuchado llamar tantos veranos, pero nunca me había atrevido a contestar."

Cata se rió y, sin pensarlo, gritó:

—¡Baja! ¡Vamos a jugar!

La princesa dudó un momento, luego asintió y desapareció tras la ventana. Minutos después, salió por una puerta lateral del castillo, como si nadie más la viera. Y quizás nadie más la veía, excepto Cata.

Pasaron la tarde jugando a las escondidas entre los jardines del castillo, inventando historias de dragones y caballeros. La princesa se llamaba Preta, y decía que solo podía salir cuando alguien de corazón puro la llamaba de verdad.

—¿Y si no vuelvo el año que viene? — preguntó Cata mientras se sentaban bajo un árbol.

"Entonces te esperaré. Aunque pasen cien veranos, si me llamas, vendré" —dijo Preta, y le ofreció una pequeña piedra brillante—. "Esta es para que nunca olvides que fue real."

Desde aquel día, Cata nunca dejó de visitar el castillo. Y aunque con los años dejó de gritar, en el fondo de su corazón, seguía llamando.

Y cada vez que lo hacía, la princesa respondía. Porque a veces, los cuentos no terminan. Solo se hacen mayores con nosotros.


Ronda, 1 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 25 de julio de 2025

Microrrelato; el mudo

Voy a la vera del río, allá en los lavaderos comunales y las señoras me saludan con afecto y emoción. Aunque tengo lengua, ellas saben que soy mudo.

- Tome agua de mango que traje -.

"Hay empanadas recién hechas".

-- ¿Ya probaste mi pastel de queso? --

Ser mudo no es el infierno, sobre todo, ¡si es tu cuerpo el que habla y sabes manejar una lengua larga!


Fuente de Cantos, 25 de julio de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 18 de julio de 2025

Corintios 13:4-7

Siempre que vayas a una boda católica, observa uno de los pasajes bíblicos que suele leer el cura; Corintios 13:4-7.

Obviamente por el momento, siempre he pensado que hace referencia al amor entre las dos personas que deciden compartir matrimonio. Alaba el amor, lo ensalza y lo lleva a la máxima definición. Pero ahora pienso que ese texto de los Corintios, no se refería al amor sentimental entre dos personas que comparten matrimonio. Claramente, creo que sobre el amor para con los hijos.

Aquí, un pequeño cuento...

"Tomás tenía frío. Su abrigo ya no le servía, y el invierno se acercaba. Su madre, Clara, no dijo nada. Solo empezó a coser por las noches, usando pedazos de tela y hasta su propio abrigo viejo.

Cuando llegó la primera nevada, Tomás encontró un abrigo nuevo sobre su cama. Azul, cálido, perfecto.

—¿Cómo lo hiciste, mamá? —preguntó.

Ella sonrió.

"Con amor. El amor es paciente, bondadoso… todo lo soporta, todo lo espera."

Tomás lo abrazó, sabiendo que ese abrigo era más que tela: al lado, la biblia aparecía abierta por una página concreta; Corintios 13:4-7

¡El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni presumido ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.!


Fuente de Cantos, 18 de julio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 11 de julio de 2025

La estación de los sueños

¿Merece la pena esforzarse por algo o por alguien sin apenas conocerlo? Cuando se hace desinteresadamente y de forma altruista, el resultado suele ser más satisfactorio. También es cierto que por esto hecho, si existe una decepción, suele ser terriblemente más dolorosa. Pero fuera de pensar así, ayudar a alguien y comprobar que "tu empujoncito" contribuye a cumplir sus sueños, es de las satisfacciones más indescriptibles que pueden llegar a pasarte.

Para mejor explicación, un pequeño cuento que he leído hace poco;


"En lo profundo del blanco invierno de Hokkaido, en Japón, donde la nieve cubre los techos y el silencio parece eterno, había una estación de tren olvidada por el tiempo: Kami-Shirataki. La mayoría de los mapas aún la mostraban, pero nadie hablaba de ella. Solo una persona la usaba cada día.

Su nombre era Haruka, una niña de ojos grandes y mochila azul, que cada mañana caminaba entre la escarcha hasta el andén solitario. El tren llegaba puntual, como si esperara solo por ella. En realidad, así era.

Años atrás, cuando la compañía ferroviaria pensó cerrar la estación por falta de uso, descubrieron un dato inesperado: una única pasajera la usaba diariamente para ir a la escuela. En lugar de eliminar la parada, hicieron algo extraordinario. Decidieron mantenerla abierta solo por Haruka.

El tren paraba dos veces al día: una para llevarla a estudiar y otra para traerla de regreso. Los maquinistas sabían su nombre, y los relojes del tren coincidían con su horario escolar. Nunca se retrasaban, ni siquiera cuando la nieve caía pesada.

No lo hicieron por dinero. No lo hicieron por fama. Lo hicieron porque entendieron que los sueños de una niña merecían su propio viaje, su propio tren, su propio mundo.

Años después, cuando Haruka se graduó, la estación fue cerrada con serenidad. Ya no hacía falta. Pero su historia viajó más lejos que cualquier tren: una historia de humanidad en medio de rieles fríos.

Porque a veces, lo correcto no es lo rentable. Es lo humano."


Fuente de Cantos, 11 de julio de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 4 de julio de 2025

Cuentos para dormir; El secreto del verano

Una tarde, bajo la sombra de una higuera, mientras Lola comía una sandía, preguntó en voz alta:  

"¿Por qué a los niños nos gusta más el verano?"

Su abuela, que tejía en una silla baja, sonrió.  

—Tal vez porque el verano guarda un secreto que solo los niños pueden entender.

Lola frunció el ceño, curiosa. Entonces decidió investigar. Durante semanas, observó y preguntó a todos sus amigos y amigas: "¿Qué tenía el verano que lo hacía tan especial?"

Clara dijo que era por los helados que no se acaban. Mateo, porque podía andar todo el día en ropa cómoda y en chanclas. Lucía, porque su abuelo la llevaba al río a pescar “aunque nunca pescaran nada”.

Pero fue su prima pequeña, de solo tres años, quien le dio la mejor pista. Le dijo:  

—El verano es cuando tú juegas más conmigo.

Lola se quedó pensando. Y entonces lo entendió: el verano no era solo calor, ni vacaciones, ni helados… El verano era tiempo. Tiempo para jugar, para reír, para ensuciarse sin que a nadie le importe. Tiempo para estar juntos.

Corrió a decírselo a su abuela. Ella sonrió otra vez y dijo:  

—Eso es, Lola. El verano es el único momento en que los relojes parecen desaparecer.

Desde ese día, Lola ya no se preguntó por qué le gustaba tanto el verano. Simplemente, lo vivía.


Marbella, 4 de julio de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 27 de junio de 2025

Sobre la paciencia

A medida que van pasando los años, me doy cuenta de la importante que puede llegar a tener la paciencia en todos los aspectos de la vida. Y admiro profundamente las personas que manejan bien sus emociones en favor de la paz interior y mental que te lleva a ser calmado y tranquilo. Mi madre es una de ellas. Pienso que es un don innato, aunque también creo que puede entrenarse.

Hace unos días, he leído algo sobre esto en boca de un actor famoso;

"He aprendido que la paciencia es una forma de inteligencia. No todo tiene que resolverse de inmediato, no todo tiene que tener una respuesta clara. A veces, lo mejor que puedes hacer, es respirar, observar y permitir que las cosas tomen su curso. La vida no siempre es una batalla que hay que ganar, a veces es un río que hay que aprender a navegar." 

No puedo estar más de acuerdo con estas palabras, a las que sumo que, la paciencia no brilla como el coraje ni resuena como la pasión, pero sostiene en silencio los pilares de la vida.

Es la pausa antes de hablar, la calma que evita errores, la fuerza invisible que nos hace seguir cuando todo parece detenido. No se impone, no exige, solo acompaña: en el crecimiento lento de un árbol, en la cicatriz que cierra, en el niño que aprende a caminar.

Quien la cultiva no se rinde: comprende que todo lo valioso —la confianza, el amor, los sueños— madura a su propio ritmo.

Creo que la paciencia, lejos de la resignación, es la sabiduría de saber que las mejores cosas toman tiempo… y que apresurarlas, es perderlas.


Marbella, 27 de junio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 20 de junio de 2025

Microrrelato; derechos feudales del siglo XXI

Se murió el conde, señor feudal, dejando una esposa en plenitud y riqueza. Podría decirse que el luto se apoderó del castillo, pero la viuda era joven y hermosa, y no tardaría en llenar de colores sus días.

Hubo una boda y ella se presentó con su guardia reclamando el derecho de pernada. Con los ojos dio la orden, dos guardias inmovilizaron al novio, y ella tomó a la novia, diciéndole en el trayecto; 

"Te gustará tanto que una noche no será suficiente".


Fuente de Cantos, 20 de junio de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 13 de junio de 2025

Cuentos para dormir; Callas

En un rincón polvoriento del desván de su padre, Brida encontró un viejo tocadiscos y un disco de vinilo etiquetado que simplemente ponía: "Callas". Por curiosidad, lo colocó y bajó la aguja.

La voz de María Callas rompió el silencio como un relámpago en la noche. Era “Casta Diva”. Brida, de apenas cinco años, quedó inmóvil. No entendía el italiano, pero su alma sí. Era como si alguien le cantara desde otra vida.

Desde aquel día, cada tarde se convirtió en un ritual: polvo, aguja, y Callas. Mientras sus amigas jugaban con muñecas, Brida aprendía a pronunciar "Vissi d’arte" frente al espejo, con un peine como micrófono.

Con el tiempo, su voz floreció, aún temblorosa, pero fiel. La ópera no era solo música; era su idioma secreto, su refugio, su forma de amar el mundo.

Muchos años después, en su debut como soprano, dedicó la función a “la voz que me enseñó a sentir”. En la penumbra del teatro, alguien dejó sobre su camerino un vinilo gastado. Solo decía: "Callas".

Brida sonrió. El amor, a veces, comienza con una voz que no se olvida.


Fuente de Cantos, 13 de junio de 2025. Imagen libre en la red



viernes, 6 de junio de 2025

Relatos imaginarios; desde el castillo

Podríamos mirar el bucle del ocaso desde la torre y esperar la noche estrellada. Hablar con los gnomos y hadas y pedirles que susurren su música a nuestro alrededor.

Tal vez, cuando el viento lleve su melodía entre los árboles, sabremos que el bosque nos acepta como parte de su secreto. Entonces, bailaremos descalzos sobre la hierba, hasta que la luna se duerma.

Con cada giro, nuestros pasos dibujarán en la tierra un hechizo de alegría que durará hasta el próximo amanecer.

Porque al despuntar el alba, llevaríamos en el alma el eco de la magia, como un recuerdo que nunca se desvanecería.

Pero no, es mejor que partas... Están por cerrar el ojo del castillo, y no tardará en llegar el dragón.!


Marbella, 6 de junio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 30 de mayo de 2025

De negro

Compré un vestido negro. Discreto pero elegante. Mesurado pero a la vez atrevido. Por fin lo lucí, con un maquillaje sobrio.

Nunca he sido de este tipo de vestidos, pues siempre he ido más a colores vivos y llenos de fiesta, pero el momento lo pedía.

Mi esposo y yo, en este último “ahora”, solo coincidíamos en nuestra capacidad innata de ocultar las emociones. Él deseaba mi muerte y yo la suya. No había dinero, ni amor ni tan siquiera cariño de por medio, solo odio. Un odio profundo.

Y es cierto, lucí el vestido con glamur en el velatorio. Mis familiares exclamaban: 

"¡Qué hermosa se ve! Hasta parece que está dormida!".


Marbella, 30 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 23 de mayo de 2025

En tus quehaceres

Aún escucho tu voz cotidiana platicando con el viento. Con el rabillo del ojo te observo con tus quehaceres: miras a través de la ventana y mueves la cabeza, seguro viste los fantasmas que van y vienen. Atizas el fogón de tu cocina de juguete; las chispas digitales brincan como grillos espantados. 

Pruebas de la cazuela, y le das el visto bueno a los huevos revueltos imaginándotelos con ajo, cilantro y ají. Afuera está la tina con agua que recién llené. Es agua de pozo, fresca y dulce.

Salgo al patio y quedo pendiente tuya. ¡Ah!, es la luna que acude a su cita de fotografía como una quinceañera que nunca cumple años!

Cuando se hace de noche y decides "fazer naninha", los fantasmas, el hambre y la luna se han ido, sólo son recuerdos de otro día maravilloso a tu lado, mientras en mi oído juegan tus suspiros entrecortados.


Marbella, 23 de mayo de 2025. Catarina


viernes, 16 de mayo de 2025

Microrrelato; el espejo del Rey

El rey Narciso mandó construir un espejo gigante en el salón del trono. Cada mañana, se miraba y exclamaba:

"¡Qué grande soy! ¡Qué majestuoso! ¡Qué divino!"

Hasta que un día el espejo le respondió:

Hasta que un día el espejo se resquebrajó, cayendo en mil pedazos. El rey, alarmado, preguntó al consejero:

"¿Qué ha pasado?"

—Su Majestad —respondió el consejero, agachando la cabeza—, parece que incluso el espejo se hartó de tanta grandeza.


Marbella, 16 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 9 de mayo de 2025

Microrrelato; Habemus Papam

En la Plaza de San Pedro, el humo blanco se elevaba serpenteante hacia el cielo plomizo. La multitud contenía la respiración. "Habemus Papam", anunciaron los altavoces en latín solemne.

En el interior del cónclave, el recién elegido Papa Gregorio VII cerraba los ojos, sintiendo el peso de la tiara antes de que se posara sobre su cabeza. Todo lo que había sido, todo lo que había soñado, quedaba atrás. Pero el pasado, aunque se esconda tras los muros más altos, siempre encuentra un resquicio por donde filtrarse.

En los oscuros pasillos del Vaticano, se cruzó con Sor Beatriz. Ella mantenía la mirada baja, pero él alcanzó a ver el temblor de sus manos. La misma Sor Beatriz que solía compartir sus lecturas de teología, la misma con la que discutía sobre los misterios de la fe, la misma que lo había mirado con un brillo en los ojos que jamás podría olvidar.

Aquella tarde, cuando eran solo el cardenal Vittorio y la hermana Beatriz, ambos habían compartido más que palabras. Un roce fugaz de manos, un susurro a destiempo, un instante en el que el mundo dejó de ser santo y se convirtió en humano.

Ahora, con la sotana blanca ajustada a su cuerpo, sentía que el peso del pecado se ceñía como una segunda piel. Ella pasó de largo, y él musitó un "Ave María" casi inaudible, como quien reza por un alma perdida.

En la capilla, los cardenales lo esperaban para la primera bendición. Se arrodilló ante el crucifijo. Cerró los ojos, sintiendo el eco de aquel susurro prohibido:

"Dios nos perdone a ambos".

La multitud seguía vitoreando en la Plaza de San Pedro, pero en su pecho ardía un fuego que ni el frío mármol del Vaticano podía apagar...


Fuente de Cantos, 9 de mayo de 2025. Imagen del Papa León XIV.


viernes, 2 de mayo de 2025

Cuentos para dormir; el arco iris triste

Había una vez un arco iris que vivía en lo alto del cielo, entre nubes grises y gotas de lluvia. Aunque era hermoso, con colores que bailaban en el viento, se sentía triste. Siempre que aparecía, era porque llovía, y el sol apenas asomaba un instante antes de volver a esconderse.

"¿Por qué no puedo vivir bajo un cielo azul como los demás colores?", suspiraba.

Un día, una niña lo vio desde su ventana mientras llovía. Corrió afuera, se mojó los pies y levantó los brazos hacia él.

"¡Eres lo más bonito que he visto!", gritó.

El arco iris se sorprendió. Nadie le había dicho algo así antes. Desde ese día, empezó a prestar atención: a los niños que lo señalaban, a las fotos que le tomaban, a los silencios que provocaba en medio del mundo ruidoso.

Y entonces lo entendió: no era triste aparecer con la lluvia… porque él era la promesa de que el sol volvería.


Marbella, 2 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 25 de abril de 2025

Microrrelato; Te rompiste

Te observaste al espejo una mañana y no reconociste a quien devolvía la mirada. Los días se habían vuelto grises, el alma te pesaba más que los pasos, y cada suspiro era una rendición silenciosa. Lo que antes amabas ahora dolía, y las lágrimas se convirtieron en rutina. Perdiste. Perdiste ganas, sonrisas, confianza… Te rompiste.

Te rompiste en mil pedazos sin que nadie lo notara. Pero en el silencio, empezaste a recoger los fragmentos. Uno a uno. Con temblores, con miedo, con cicatrices. Aprendiste a hablarte con ternura, a reconstruirte sin prisas, a perdonarte.

Y en el momento más oscuro, cuando pensaste que ya no quedaba nada, lo entendiste:  

Te rompiste...y por ahí entró la luz.


Cabeza la Vaca, 25 de abril de 2025. Imagen libre en la red.





viernes, 18 de abril de 2025

Microrrelato; El encuentro

Una vez —o tal vez muchas— se encontraron en un banco solitario dos figuras antiguas:  "el Tiempo", con el rostro arrugado por la eternidad, y "el Dinero", con la sonrisa pulida de quien siempre se hace desear.

No hablaban a menudo, pero cuando lo hacían, el mundo se detenía a escuchar.

—Tú y yo — dijo el Dinero, con voz de metal— somos los motores del mundo. Pero se engañan creyendo que soy yo quien manda.

"Porque tú haces más ruido" —respondió el Tiempo, con tono suave—. "Yo solo paso".

El Dinero se acomodó, cruzando las piernas con elegancia.

—Conmigo se compran techos, comidas, experiencias, incluso comodidad. La gente me persigue porque cree que les doy libertad.

"Pero no los liberas" —dijo el Tiempo—. Solo les das opciones. La libertad no está en elegir entre cosas, sino en saber cuánto de sí están entregando por ellas.

—¿Insinúas que soy una trampa?

"Digo que eres un reflejo. Lo que alguien hace contigo revela lo que valora. Pero conmigo… conmigo no hay espejo: solo fin. Solo límite."

El Dinero bajó la mirada un instante. Cosa rara.

—También te temen a ti —dijo, más despacio—. Tal vez por eso me buscan tanto. Para olvidarse de que tú existes.

El Tiempo asintió. No con orgullo, sino con resignación.

"Me gastan sin darse cuenta. Me derrochan pensando que me sobra. Hasta que un día despiertan y ven que ya no estoy. Y entonces vienen por ti, buscando comprar lo que ya no les puedo dar."

—Y yo —confesó el Dinero, casi con pesar— no puedo darlo. No puedo comprar una hora que no llegó, ni un momento que no se vivió.

Ambos se quedaron en silencio.  

Frente a ellos pasaba gente: unos corriendo, otros esperando, algunos con prisa, pocos con pausa.

—Quizá —dijo el Dinero al fin— deberían aprender a usarnos juntos.

"Quizá" —respondió el Tiempo— "deberían recordar que tú puedes guardarse. Yo no."

El viento sopló entre los árboles.  

Y como siempre, el Tiempo se fue primero.  

Sin apuro, sin anuncio, como todo lo que es verdaderamente valioso.

El Dinero se quedó solo.  

Brillaba… pero no bastaba.


Marbella, 18 de abril de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 11 de abril de 2025

Teoría de los globos

Me llegó ayer la reflexión, como a muchos nos pasará, de cual es la forma más ágil de encontrar la felicidad. Bien es sabido, que no hay una manera única de encontrarla, máxime cuando la felicidad no es fácil convertirla en un estado duradero, pues suele ser una sensación momentánea. Pero aún así, la mayoría de la gente trata de centrar todos sus comportamientos individuales en ser feliz, y es posible que aquí esté el error. 

Como digo, se trataba de una reflexión, pero como en todas ellas, no viene mal encontrar el cuento o la fábula que mejor explique que, el comportamiento colectivo, más que el individual, puede ser una herramienta perfecta para encontrar la ansiada felicidad. Y aquí va el cuento, que lo conocí hace bastante tiempo y cuyo autor desconozco;

En cierta ocasión, unos alumnos le preguntaron a su profesor cómo se podía alcanzar la felicidad. El maestro pensó durante unos momentos la mejor manera de explicárselo y, poco después, les entregó un globo de color rojo a todos los alumnos de la clase y les pidió que lo inflaran y que escribieran con rotulador negro su nombre en él.

Cuando terminaron, el profesor les pidió que lanzaran sus globos al aire por la clase y que salieran fuera del aula. El profesor mezcló todos los globos. Cuando pasaron unos minutos, les pidió que regresaran a la clase y les dijo:

– Tenéis que encontrar vuestro globo en menos de medio minuto.

Con gran alboroto cada alumno intentó recuperar el globo con su nombre, pero, como todos los globos eran rojos, no resultaba fácil y, corriendo de un lado para otro, se desesperaban y resultaba cada vez más difícil que alguno encontrase su globo. Pasado el tiempo, el maestro les gritó que parasen:

–¡Parad! Vamos a comenzar de nuevo. Coged el globo que tengáis más cerca y entregádselo a su dueño.

Así lo hicieron y todos los alumnos recuperaron su globo en menos de medio minuto. Entonces, el maestro añadió:

– Ya habéis visto lo que ha ocurrido. Al buscar vuestro propio globo, habéis perdido mucho tiempo y os habéis puesto nerviosos, pero cuando os habéis ayudado unos a otros, la tarea se ha podido completar rápidamente. Estos globos son como la felicidad. Si nos centramos únicamente en buscar la nuestra, tardaremos mucho tiempo en encontrarla. Sin embargo, si ayudamos a los demás a encontrar la suya, lograremos la nuestra más fácilmente.


Marbella, 11 de abril de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 4 de abril de 2025

Microrrelato; La lechuza

Había un hombre llamado Tomás, conocido por todos en el manicomio por sus ideas extrañas y su peculiar obsesión con las aves. Cada noche, al caer el sol, se sentaba en su ventana, mirando en silencio las estrellas. Pero lo que realmente lo hacía suspirar, no era el cielo estrellado, sino una lechuza. Una lechuza que aparecía siempre a la misma hora, con sus grandes ojos dorados que parecían brillar en la oscuridad. Tomás estaba convencido de que ella era su alma gemela, el amor de su vida.

La lechuza nunca se le acercaba, pero Tomás la observaba con devoción. La miraba durante horas, hasta que el sueño comenzaba a apoderarse de él. Sus ojos se cerraban lentamente, pero su corazón seguía latente, esperando que ella viniera más cerca, tal vez algún día, tal vez esa noche. Sin embargo, la lechuza siempre mantenía su distancia, y Tomás, con los párpados pesados, caía dormido antes de que pudiera escuchar su canto.

Durante el día, Tomás vivía como un hombre agotado. Sus compañeros de manicomio le preguntaban por qué siempre tenía tanto sueño, pero él solo sonreía y decía: “Es que ella aparece cuando todos duermen… y yo tengo que esperarla”. Nadie entendía a qué se refería, pero eso a Tomás no le importaba. Su amor nocturno era suyo y solo suyo, un secreto compartido con la luna y el viento.

Una noche, Tomás decidió que no caería dormido esta vez. Se quedó despierto, mirando fijamente la oscuridad, esperando que la lechuza viniera. Pasaron las horas, pero ella no apareció. El cansancio comenzó a envolverlo, pero él no quería rendirse. "Si no viene hoy, vendrá mañana", pensó, cerrando los ojos por un momento. Cuando los volvió a abrir, ya era demasiado tarde. La lechuza se había posado en el árbol frente a su ventana, pero él estaba tan dormido que no pudo verla.

Al despertar, Tomás se dio cuenta de que la lechuza ya no aparecía. El amor que él había esperado durante tantas noches parecía haberse desvanecido, como un sueño que se esfuma al alba. A partir de entonces, ya no esperó más. Aprendió a dormir por la noche, sin buscar nada más que el descanso. Porque, al final, comprendió que algunas cosas solo existen en la quietud del sueño, y que, a veces, es mejor dejar ir lo que nunca estuvo realmente cerca.


Fuente de Cantos, 4 de abril de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 28 de marzo de 2025

Cuentos para domir; Reunión en el bosque

En lo más profundo de un bosque antiguo, donde los árboles hablaban entre sí en susurros de hojas y la luna se colaba entre las ramas con timidez, se celebraba una reunión muy especial. Una vez cada cien años, los animales del bosque se reunían en círculo bajo el Gran Roble para tomar una decisión de gran importancia: ¿quién sería el guardián de los sueños de una niña humana?

Esa noche, el aire estaba cargado de misterio y expectación. Los búhos llegaron primero, en silencio, posándose en las ramas más altas. Luego, el ciervo blanco, siempre elegante, caminó hasta el claro con pasos solemnes. A su lado venía la zorra roja, con los ojos brillando de picardía. El oso pardo, la liebre de nieve, el lobo gris, la tortuga del río y hasta el murciélago del campanario tomaron su lugar en el círculo.

En el centro, el Gran León, anciano y sabio, habló con voz ronca:

"La niña se llama Cata. Apenas tiene dos años y cada noche se acuesta temblando, temerosa de monstruos que no existen. Pero también sueña con volar, con correr por prados infinitos, con hablar con estrellas. Necesita un guardián. Alguien que la visite en sueños y la acompañe. ¿Quién será?"

Los animales guardaron silencio. Luego, uno por uno, hablaron.

—Yo podría ser , dijo el lobo, porque sé proteger. En mis sueños ella correrá valiente y sin miedo.

—Yo también , dijo la tortuga. Le enseñaré a tener paciencia, a que los sueños no se alcanzan corriendo, sino creyendo.

—Y yo, añadió la hiena, le mostraré la risa. Haré que los monstruos bailen con sombreros ridículos.

Cada animal tenía una razón, un don, una historia. Todos eran valiosos. Pero Cata solo podía tener uno como guía.

Entonces, un leve aleteo interrumpió la reunión. Una pequeña mariposa nocturna, que hasta entonces nadie había notado, se posó en el centro del círculo.

"¿Y tú?" — preguntó el Gran León, sorprendido —. "¿También quieres hablar?"

—No vengo a hablar, vengo a ofrecerme —susurró la mariposa, con una voz que parecía hecha de brisa del mar —. Yo no espanto monstruos ni doy grandes lecciones. Pero en mis alas llevo los colores de la imaginación. Puedo volar con ella a mundos desconocidos, donde todo es posible.

Hubo un largo silencio. Luego, el ciervo blanco inclinó la cabeza. La liebre de nieve aplaudió con sus patas delanteras. El gran oso sacó infló su pecho satisfecho con lo que escuchaba. Uno a uno, los animales asintieron.

El Gran León cerró los ojos y proclamó:

"Así sea. Mariposa de los Sueños, tú cuidarás a Cata."

Y desde aquella noche, cuando Cata duerme, una pequeña mariposa aparece en sus sueños. Juntas atraviesan cielos con nubes de azúcar, mares de tinta y selvas flotantes. Y cuando el miedo asoma, la mariposa bate sus alas y lo transforma en polvo de estrellas.

Cata ya no teme dormir. Porque sabe que alguien la espera en sus sueños y los llena de colores.


Marbella, 28 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.